26.12.07

2007: Un paréntesis (Excelsior 261207)


No, no creo que un año se pueda –y merezca- ser reducido a 10 bullets y 3,500 caracteres (con espacios). Tampoco creo que uno pueda escapar a la tentación de hacerlo. Todo invita. Las lecturas, el excesivo tiempo libre entre la navidad y el año nuevo, y sobre todo, esa punzante sensación en el estómago entre nostalgia y expectativa. Somos presas de los calendarios y sí, en nuestras mentes al terminar el año algo se va cerrando y exige una descripción.

En 2007 tuve la oportunidad de escribir 52 colaboraciones en Excelsior, y al revisarlas para escribir ésta, la 53, busqué un hilo conductor, pedazos de texto e información que me ayudaran a nombrar el año que termina; un adjetivo, una sentencia, una suma que dibujara el rostro del 2007. Fallé. Tengo para mí que en lo que se refiere a la política internacional, el 2007 fue un año en tránsito, un alargado paréntesis. Lo sabemos, los paréntesis cumplen diversas funciones, son pausas, son silencios ejemplares, son refugios para explicaciones a profundidad, son trincheras para sobrevivir entre preguntas y respuestas.

Paréntesis en el tránsito entre la política exterior ruidosa y estéril del presidente Fox y la política exterior mesurada y sutil del presidente Calderón que aún no tiene definiciones del todo claras. El acercamiento discreto hacia América Latina, la participación en foros multilaterales (i.e. Davos, APEC, y el G8), y la incómoda posición sobre el tema migratorio con Estados Unidos. La política exterior del presidente Calderón avanza en neutral, con las manos quietas y una sonrisa inofensiva.

Un paréntesis también en Estados Unidos. Por un lado, la inamovilidad de la guerra en Irak, 4 años desde su inicio e Irak se mantiene como una interrogación, miles de millones de dólares, miles de soldados estadounidenses muertos, cientos de miles de iraquíes muertos, Irak permanece sin tocar definiciones, ni una guerra civil, ni una democracia, ni un Estado. Por el otro lado, el proceso electoral más precoz en mucho tiempo, y la primera sin la participación de un Presidente o Vicepresidente en turno desde 1928. Las campañas hacia las elecciones primarias en ambos partidos (republicano y demócrata) han sido intensas y sorpresivas. Lo significativo: después de más de dos siglos de vida democrática, una mujer y un afroamericano son quienes tienen las mayores posibilidades de llegar a la Casa Blanca.

Un paréntesis en un tema que vincula la política exterior mexicana y la política doméstica estadounidense: la migración. El descalabro de una reforma migratoria comprehensiva (y comprensiva); la aprobación de una ley que privilegia la seguridad fronteriza sobre la incorporación funcional de los 12 millones de indocumentados en Estados Unidos; las protestas masivas de inmigrantes; la deportación de Elvira Arellano en agosto; y la incorporación incómoda del tema migratorio en los debates electorales. La migración está condenada a vivir entre paréntesis, entre las necesidades económicas y los costos políticos las respuestas son siempre parciales y ajenas a la dinámica de la relación bilateral. Lo dijimos aquí, en el proceso electoral estadounidense, México es un fantasma, y a los fantasmas no se les nombra, se les teme.

El mundo entre paréntesis. Democracias entre paréntesis: Venezuela y Rusia. Las urnas que omiten el disenso o bien redescubren ciudadanos demócratas. Conflictos entre paréntesis: Palestina e Israel. Señales ambivalentes, abrir caminos al diálogo y al tiempo, imposibilitar la construcción de un Estado en Palestina. Amenazas entre paréntesis: Irán y Corea del Norte. Ni el diálogo, ni el conflicto.

El 2007 fue el año sin nombre. Un momento suspendido que ni hizo preguntas ni otorgó respuestas. El preámbulo pasivo a un 2008 que vendrá, ni duda cabe, a cerrar paréntesis y nombrar al mundo.

19.12.07

No hay peor ciego (Excelsior, 191207)


Sin ningún pudor algunos precandidatos demócratas, notoriamente Hillary Clinton, afirmaron en uno de sus múltiples debates que entre la protección a los derechos humanos y la garantía a la seguridad nacional, debe prevalecer lo segundo. Por supuesto, no hablaban de los derechos humanos de los estadounidenses, sino de los derechos humanos de la población en países dictatoriales considerados aliados estratégicos de los Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo (i.e. Pakistán). Que se haga la voluntad de Dios, pero en las vacas de mis vecinos.

La pregunta era un artificio de un conductor de CNN. Hasta aquí, nada que llorar. Los medios buscan articular la agenda y para ello recurren a sobre-simplificaciones, falsos dilemas y trampas. Esa es parte de su chamba. Parte de la chamba de un político es salvar esas trampas y tener el valor de informar sus posiciones antes que asumir una línea discursiva que se percibe popular, aunque sea profundamente incorrecta.

No dudo que la senadora Clinton sepa que en el combate al terrorismo una democracia es un aliado más efectivo que una autocracia. Un gobierno democrático tiene incentivos propios para hacerlo y estructuras institucionales que garantizan un uso más efectivo de la ayuda militar internacional. Un dictador también desea permanecer en el poder, pero dado que su permanencia no depende de una mayoría electoral, su sistema de incentivos lo lleva a desviarse de un curso óptimo de políticas públicas. Así, un dictador puede incrementar el nivel de ayuda internacional mientras continúe siendo un problema y puede hacer uso de esa ayuda para reprimir disidentes políticos, no terroristas.

Es pues un falso dilema. Un gobernante que viola los derechos humanos de sus habitantes, entre ellos, el derecho a elegir a su gobierno; lejos de ser un aliado más efectivo para garantizar la seguridad nacional de los Estados Unidos, se convierte en un hijo problemático que acapara la atención del padre sin modificar sustancialmente su comportamiento.

Sí, Hillary Clinton sabe todo esto y aún así decidió, con la mano en la cintura, defender la primacía de la seguridad de los estadounidenses sobre los derechos humanos de los no estadounidenses. Pensó que si su audiencia es doméstica, bien vale la pena decirles lo que quieren oír aunque sea fundamentalmente falso y peligroso. El paso del discurso rudo a las acciones torpes es fácil. Estados Unidos se ha entrampado por más de medio siglo: soberbio, miope y burdo. Necio en ver un sólo problema, un sólo enemigo, y supeditar su política exterior a ambos. Estados Unidos fabrica enemigos y los arma.

De acuerdo con el World Policy Institute en un reporte reciente, en todos los casos en los que Estados Unidos ha enviado tropas al exterior en los últimos 20 años, sus adversarios combatían a los soldados estadounidenses precisamente con armamento estadounidense. Tanto el régimen talibán en Afganistán como el gobierno de Sadam Hussein fueron intensamente apoyados y armados por Estados Unidos durante la guerra fría.

¿Lección aprendida? No. Actualmente Estados Unidos es el principal proveedor de armas a países subdesarrollados con 36% del total de venta de armas (le sigue Rusia con 28%). En los últimos 5 años Estados Unidos ha transferido armamento a 18 de los 25 países con conflictos internos (Angola, Etiopía, Chad y Filipinas entre otros). Más de la mitad de los principales receptores de armas estadounidenses no son democracias, de acuerdo con el propio Departamento de Estado (Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Uzbekistán, entre otros). Para rematar, entre los mayores receptores de armamento y ayuda militar estadounidense se encuentran países en conflicto (India y Pakistán, por ejemplo).

Los aliados de ayer son los enemigos de hoy, y los aliados de hoy…

12.12.07

El Síndrome de Masiosare (121207)


Todos hemos oído anécdotas sobre nombres insólitos en México, un niño llamado Anivdelarev porque nació el 20 de noviembre, otro Usarmy en honor a un buque estadounidense en las costas de Veracruz; pero ninguno tan repetido como Masiosare, tomado de aquella estrofa del himno nacional que dice “Mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo”. Así, además de varios niños a los que seguramente en la escuela les harán la vida de cuadritos, Masiosare es, sobre todo, un extraño enemigo.

Una perla del imaginario nacional. Un personaje ficticio que amenaza con profanar nuestro suelo con su enemiga planta. Miedo simultáneo a lo desconocido y lo diferente. Si ese miedo fuese un síndrome expandido en un país, ese país sería sin duda Estados Unidos. La serie de debates entre los precandidatos demócratas y republicanos son reflejo de un síndrome de Masiosare extendido e inagotable.

Los precandidatos responden a una audiencia que ha visto en el exterior una fuente de amenazas, casi nunca una fuente de oportunidades. El caso de México es peculiar, los precandidatos de ambos partidos pueden debatir por largos periodos sobre migración y el TLCAN sin mencionar siquiera a nuestro país. Si revisamos los 4 debates demócratas y los 3 republicanos, ocurridos desde septiembre -sin considerar los debates organizados por la cadena Univisión dedicados en exclusivo a temas relevantes para la población hispana-, vemos que México ha sido mencionado un total de 14 veces, 10 por demócratas, 4 por republicanos.

De las 10 menciones demócratas, 5 pertenecen al candidato de origen mexicano Bill Richardson, su referencia a México se sintetiza en lo siguiente: “Debemos tener una relación, se llama política exterior, con México. Son nuestros amigos. Pero uno debe hablar francamente con los amigos, y debe ser algo como esto: México, dale trabajo a tu gente”. En otros 3 episodios las menciones demócratas corrieron a cargo del candidato más a la izquierda, Dennis Kucinich, todas ellas con relación a la necesidad de cancelar el TLCAN. Por parte de los republicanos, 3 de las 4 menciones las hizo el candidato libertario Ron Paul para referirse al maléfico plan para construir una autopista tri-nacional que “partiría a Estados Unidos en dos” (NAFTA highway). México es una Masiosare madre que envía millones de sus crías ilegalmente a Estados Unidos. Nada más. Ni socio, ni amigo, ni aliado.

En comparación a las 14 menciones a México; la palabra NAFTA ha sido mencionada 22 veces por demócratas, y 2 por republicanos; casi todas para hablar de los efectos dañinos del tratado y la necesidad de revisarlo (o cancelarlo). Las palabras inmigración, inmigrantes o ilegales han sido dichas 197 veces (108 demócratas, 89 republicanos), 70% de ellas en los debates más recientes. El tema migratorio se incrustó en la agenda electoral, a pesar de la renuencia de todos los candidatos. Finalmente, la palabra ‘frontera’ ha sido mencionada 28 veces (el doble que México), 18 por demócratas, 10 por republicanos; en todas ellas para acentuar la necesidad de fortalecer la seguridad en la frontera con México y el apoyo a la construcción de un muro fronterizo. Si sirve de consuelo, la palabra narcotráfico no ha sido menciona una sola vez.

México no se nombra y existe en los debates sólo detrás de los problemas, por los millones de mexicanos indocumentados trabajando en Estados Unidos, por los millones de empleos no-capacitados que afirman han migrado hacia México a raíz del TLCAN, por los 3,326 kilómetros de una frontera porosa que deja pasar ilegales y quizás, miedo de miedos, terroristas. 250 menciones a asuntos bilaterales y sólo 14 menciones a México. Se nombra lo odiado, se nombra lo querido. Ni lo uno, ni lo otro, México es un fantasma, y a los fantasmas no se les nombra, se les teme.

9.12.07

Lo

Y entonces uno encuentra el objeto. Y se le arrojan palabras y ganas, trastes precozmente quebradizos. Y te das cuenta de la mano, la tuya, y la pared, su ausencia. Estabas solo, ni el pelo, ni el pecho, estabas solo y de palabras y ganas no queda rastro. Quedas tú y casi te bastas, querubín. No existes, tienes alitas para flotar tieso bajo cúpulas, sobre bancas.

Lo encontré, y no le arrojé nada. Lo pensé y el placer fue redondo. Fuera de mi mano no existe, no como lo toco. Lo atiborro de borla, lo siento en mis piernas, y lo beso dos veces, uno en la nunca, uno en la frente. Al tiempo, mantenemos una conversación risueña sobre la inagotable levedad de banquetas y adoquines, uno frente al otro. Tan presentes.

No lo sufro. Lo guardo tierno, monigote de borla ya tan mío. Habrá meses que te aguarden y yo los omitiré, no creo en resurrecciones. Me reiré dócil de mis borlas y besos, de la inagotable levedad del silencio. De una mano que se asienta sobre una mesa y se siente incompleta. Es el cuerpo, lo hablamos también, como un retorno a la defragmentación de los sentidos. Mira, soy uno y puedes ver mis fronteras, acabo y empiezo.

Todo lo que esté fuera de mi y no se dedique a mi me parece una mierda. Ególatra discreto, con apenas el ruido suficiente para que el objeto o la madre en turno se vuelva y me abrace. Prentendo entonces jugar a ser niño, porque así de adulto soy. Inútil, soy un niño. Entre mis deseos y mis sonrisas no hay garitas, entre mis obsesiones y mis llantos tampoco.

Mundo, te necesito. Mundo de otros, mundo distante, mundo no mío. Estamos completos, somos un milagro, un puto milagro. Funciono, descubro absorto todos los días. Un calambre tardío, como la felicidad. Soy culpable de ser yo, derecho nato a escupir al cielo, saltar sobre cuerpos, callar. Quiero a los que me niegan.

Me concluyen. Gracias. Ni días, ni gestos, ni tramas. Caen directos al no. Gracias. Soy no. Borlas y besos. No, aburrido y blanco.

¿Te vas? Gracias

Le

Me preguntó sobre el cuerpo y su permanencia, sobre el texto y su volatilidad. Sobre ser. Terco, vivo. Quize responder, pero esa era una respuesta seca e irrelevante. Comando de neuronas que ordenan respirar, andar, y salirse en la primera ventana iluminada. Agregación de adjetivos que encaramados se sueñan significados.

Estoy cansado, debí responder. El texto se cansa segundo. No cabemos en las palabras, aunque pequeños, nos movemos demasiado, estiramos las piernas más allá de los límites de la cama. Necesidad del frío. Una navaja que corte exacta los bordes de piel que sobran al decir piel. Por ejemplo.

Le estoy mintiendo y creo que lo sabe. Los falseadores de sentidos nos mentimos felices, reconocemos la mentira y la sobamos encantados. La verdad es el tesoro de los ausentes. ¿Qué? ¿Queremos regresar al encuentro de la verdad y sus objetos? Lo dudo, se yace tan bien en el hueco entre razón y sentidos. Se juega mejor. A la luz, palmadas y caricias. El placer.

No se soñar. Esa debería ser la primera advertencia para quien me quiera comprar. Cuando hablo de la belleza, me revelo en una frase, o abro los ojos segundos antes de un orgasmo; no sueño. Es una visión, me erizo para que me vean volúmenes que no tengo, recortes de vidas propias y apropiadas, momentitos que estirados casi me cubren y casi sucedieron. No me ve.

Es silencio y entro exacto (no fue su boca).

5.12.07

No, no, y no (Excelsior, 051207)


El miedo a los pobres es un miedo permanente, sobre todo cuando votan. Hemos escuchado infinidad de veces argumentos que encuentran incompatibilidades entre la pobreza y la democracia: porqué los pobres no votan, porque cuando votan son más susceptibles a prestar oído a populistas, porque los pobres venden su voto por un costal de lo que sea, porque los pobres no tienen una “cultura cívica” que de sustento a los requerimiento “culturales” de la democracia. Por supuesto, a la hora de probar empíricamente estas cuatro historias, las historias se desvanecen.

Los pobres votan en proporciones similares al resto de la población; votan por quien mejor representa sus preferencias y esos candidatos son recurrentemente etiquetados como populistas; entre la transferencia de bienes de consumo y bienes públicos como definidores del voto, los primeros ganan cuando los niveles de ingreso son tan bajos que no pueden considerar al futuro como una posibilidad asequible, es un voto perfectamente racional (aunque perverso); y francamente, decir que existe una cultura específica que sustenta a la democracia es una torpeza, es poner a los caballos detrás de la carreta, es la democracia la que da origen y sustento a comportamientos democráticos; aún más, si algo hay claro es que la ignorancia política es perfectamente racional en un sistema democrático representativo.

Si la pobreza es un impedimento para el tránsito a la democracia o para su sostenibilidad no es porque los pobres se comporten de cierta manera, es porque la pobreza implica presiones distributivas, y bajo ciertas condiciones las élites económicas prefieren revertir a un sistema no democrático que redistribuir la riqueza. No es casual que entre 1950 y 1990 de los 39 episodios de transiciones de una democracia a una dictadura, únicamente en 2 casos la dictadura fue de izquierda (Checoslovaquia 1948 y Perú 1968), en los otros 37 casos la dictadura que puso fin a la democracia fue de derecha, 31 de ellas en países con ingresos por debajo de los 3 mil dólares (reales, ppp).

Estos datos pertenecen al analista más reconocido sobre democracia y transiciones políticas, Adam Przeworski, quien en un trabajo reciente titulado “Los pobres y la Viabilidad de la Democracia” (The Poor and the Viability of Democracy), concluye: “En países pobres en los que la democracia representativa coexiste con flagrantes desigualdades económicas y sociales, los llamados populistas […] hablan a la experiencia de los pobres. Por otro lado, aquellos en mejor posición continúan defendiendo sus privilegios, escondiéndose detrás de la fachada de la democracia mientras les favorezca, pero listos a defenderlos por otros medios si no lo hace. En estos países la democracia es frágil […] pero no porque los pobres no valoren la democracia. La democracia es la mejor esperanza que los pobres tienen para mejorar su vida. Si la democracia es frágil en algunos países, es porque esa esperanza no ha sido satisfecha”

La democracia –nos cuenta de nuevo Przeworski- requiere esencialmente 4 cosas: 1) conflicto de intereses; 2) la autoridad de gobierno deviene de elecciones justas; 3) las elecciones designan ‘ganadores’ y ‘perdedores’ y ambos se reconocen como tales; y, 4) el funcionamiento de un sistema de reglas respetadas por todos los actores. Nada más. En Rusia la elección del pasado domingo cuestiona al menos los puntos 1) y 2), Vladimir Putin se ha vuelto un dictador “benevolente”, por encima del partido Rusia Unida, en un país que carece de memoria democrática pero recuerda tembloroso el caos de los noventa. Las elecciones del domingo en Venezuela reafirmaron los cuatro puntos de la democracia, Hugo Chávez quiso contener el disenso, modificar las reglas del juego y los venezolanos le respondieron no, no y no; Chávez aceptó los resultados y Venezuela mantiene sus posibilidades democráticas.

No faltan ejemplos en México, en calles y editoriales, de quienes visten las ropas de la democracia para defender sólo un status quo desigual y elitista, bajo argumentos –además- profundamente autoritarios. He ahí un peligro recurrente para la democracia.

28.11.07

Annapolis: ¿A qué estamos jugando? (Excelsior, 281107)


“Ningún sistema tiene posibilidades de funcionar mientras los hombres sean tan desdichados que el exterminio mutuo les parezca menos terrible que afrontar continuamente la luz del día”

Bertrand Russell, La Conquista de la Felicidad

La cita de Russell contiene un dilema, mientras cooperar implicaría beneficios superiores para todos, la percepción de los actores respecto a la interacción con otros actores los lleva a establecer comportamientos no cooperativos en donde todos están peor, pero nadie tiene un incentivo para cooperar, sabiendo que nadie más lo hará. Este dilema es conocido en teoría de juegos (la teoría que modela matemáticamente la interacción estratégica entre dos o más actores) como el dilema del prisionero. La solución doméstica al dilema la conocemos todos, se llama ‘Estado’ y su fin es garantizar relaciones sociales esencialmente cooperativas.

El sistema internacional carece de una autoridad central legítima que cumpla las funciones del Estado; por ello, el establecimiento de relaciones cooperativas es más complejo y exige algo esencial: la revelación de información. Los actores involucrados deben tener información plena sobre sus opciones, las opciones del oponente, los beneficios de cada uno en todos los escenarios, y sobre todo, la posibilidad de que ambos actores sigan interactuando en el tiempo.

Suena simple ¿no?, nunca lo es. En gran medida, Israel y Palestina no han logrado un acuerdo de paz porque no han tenido información plena respecto a su interacción y las preferencias del otro. No han entendido a qué están jugando y le han apostado a la inexistencia del otro en el tiempo. El papel central de Estados Unidos en las negociaciones de Annapolis, Maryland iniciadas ayer es justamente ser un factor que les obligue a revelar sus preferencias, les haga evidente la estructura del juego que están jugando, y les obligue a un proceso de negociación auto-reforzable.

Regresar a lo básico: ojo por ojo, diente por diente. Un esquema de premios y castigos recíprocos en el que ambos actores inicien forzosamente cooperando. Palestina ya reconoce desde los Acuerdos de Oslo la existencia del Estado israelí, es momento de que Israel defina explícitamente la existencia del Estado palestino. Si Israel mediante la Ley de Retorno permite a todos los judíos del mundo adquirir la ciudadanía israelí, es momento de que permita el retorno de los exiliados palestinos y establezca cuotas explícitas de retorno. Si se dota al gobierno palestino de capacidades para pacificar a los grupos extremistas en su territorio, será momento de desmantelar gradualmente los más de 500 puntos de revisión israelíes en territorio palestino. Si Israel garantiza el acceso palestino a la electricidad, la ayuda internacional y el comercio; Palestina debe garantizar a su vez el acceso israelí al agua. Si Israel permite y garantiza la existencia del Estado Palestino, los países árabes en la región deberán reconocer al Estado israelí.

Cierto, quedan los símbolos y sus significados. Queda Jerusalén como capital de ambos Estados. El reestablecimiento de los límites previos a la guerra de 1967, el regreso de Jerusalén del este a Palestina y un potestad compartida sobre la Ciudad Vieja que tiene un valor religioso central para ambos países. Es justamente en este punto que parece el más divisivo que las afinidades entre judíos y musulmanes se vuelven más evidentes. Mientras los judíos sollozan la caída del Segundo Templo salomónico en el Muro de los Lamentos, los musulmanes ven en Salomón a un profeta de Dios. Mientras los judíos ven en el Muro de los Lamentos un símbolo del amor de Dios hacia su pueblo, los musulmanes ven un fragmento de la Mezquita de Al-Aqsa, el tercer lugar más sagrado después de la Meca y Medina. Mientras los judíos ven en la piedra debajo del Domo de la Roca de Al-Aqsa el origen de la creación del universo y la piedra en la que Abraham –símbolo de la fe- se dispuso a sacrificar a Isaac; los musulmanes ven la piedra en la que Mahoma rezó después de un viaje milagroso y sobre la que mandó construir la segunda mezquita más antigua del mundo. Eso, una piedra vincula, un muro une, la fe y sus símbolos hermanan: permiten afrontar continuamente la luz del día.

25.11.07

Darfur: ¿La primera guerra climática? (Excelsior 251107)


Sudán es una ficción, el país más grande territorialmente de África y el décimo a nivel mundial (25% más extenso que México) es una superposición de regiones que no guardan entre sí ningún sentido compartido de identidad. Ni Estado, ni nación, Sudán es una idea impuesta desde el norte musulmán, árabe y dictatorial hacia el sur cristiano y africano, y el oeste musulmán y africano. Desde su independencia de Inglaterra y Egipto en 1956 Sudán ha conocido sólo 11 años de relativa paz entre 1972 y 1983.

Descontando este paréntesis, Sudán vivió una guerra civil desde 1955 entre el norte musulmán y el sur cristiano que costó la vida a más de 2.5 millones y desplazó a alrededor de 4 millones, uno de los mayores desastres humanitarios del siglo XX, hasta que en 2005 ambas partes firmaron un acuerdo de paz, la inclusión del Movimiento para la Liberación del Pueblo de Sudán en el gobierno, así como la distribución igualitaria de las ganancias petroleras.

Es precisamente en el inicio de las pláticas de paz entre el norte y el sur sudaneses que se inicia en 2003 el conflicto en Darfur, cuando el Frente para la Liberación de Darfur atacó objetivos militares en la región en protesta por la exclusión y opresión de la población no árabe. De nueva cuenta, un problema distributivo. Sudán es un país extremadamente desigual e inequitativo, mientras el centro se ha beneficiado notoriamente de los ingresos petroleros, el resto del país sobrevive con un ingreso per cápita que rebasa apenas los 600 dólares anuales.

Pero aquí no fue sólo una cuestión petrolera, el conflicto en Darfur surge en gran medida por la distribución de otro bien que se tornó especialmente escaso en las últimas dos décadas: el agua. La ONU ha documentado ampliamente el efecto del cambio climático en la desertificación de las zonas semidesérticas de Darfur, que redujo sustancialmente los terrenos arables y los pastizales para ganado, y que derivó en fricciones entre la población árabe nómada y la población africana sedentaria, con el abierto apoyo del gobierno del presidente Omar Hassan al-Bashir hacia los primeros.

Ban Ki Moon, el Secretario General de las Naciones Unidas así lo reconoció en un editorial publicado en el Washington Post en junio pasado, en el que mencionó que la precitación se ha reducido en un 40% en Darfur desde los ochenta debido al calentamiento de las aguas en el Océano Índico, y concluyó que “no es un accidente que la violencia en Darfur surgiera durante la sequía. Hasta entonces los nómadas árabes habían vivido amigablemente con los campesinos asentados […] Por primera vez en su memoria, no había suficiente agua para todos”. Sí, el agua, porque quien dice agua en la sequía lo dice todo: alimento e hijos. Dice vida. Desigualdad, pobreza, deterioro ambiental, presiones distributivas y divisiones étnicas; he ahí las causas del conflicto en Darfur que ha dejado ya más de 300 mil muertos y 2 millones de desplazados bajo la mirada pasmada e inútil del mundo.

Cierto, llamar ‘conflicto’ a lo que pasa en Darfur es inexacto, implica el encuentro entre dos oponentes beligerantes y quizás de similares capacidades. No, lo ocurre en Darfur es más cercano al genocidio, la población civil africana ha sido el principal objetivo tanto de las milicias árabes (Janjaweed) como del propio gobierno sudanés; por ello el de Darfur es el primer conflicto en proceso catalogado por el gobierno estadounidense como genocidio.

A cuatro años de su inicio, a la guerra en Darfur le han crecido múltiples brazos. Existen hoy 14 grupos armados de darfurianos; dentro de los Janjaweed hay ya dos grupos confrontados; y los miembros del gobierno sudanés provenientes del sur se retiraron del gobierno a finales de octubre en parte por los sucesos en Darfur. Por ello, las pláticas de paz en Libia, iniciadas hace poco menos de un mes se encuentran paralizadas. No existe el requisito inicial de cualquier proceso de negociación: la identificación de actores relevantes.

Además, Darfur es una región cultural que incluye el este de Chad, en donde el conflicto en Sudán se ha extendido y sumado a los conflictos entre el gobierno de Chad y los grupos armados en su frontera con Sudán, así como al noreste de la República Centroafricana. Desde diciembre de 2005 el gobierno del Presidente Idriss Deby en Chad declaró vivir un “estado inminente de guerra con Sudán” dado el apoyo de este país a los grupos de Janjaweeds, así como a grupos armados en la zona enfrentados al gobierno de Chad. Es el reciente episodio de un enfrentamiento repetido en Chad entre árabes y africanos, musulmanes y cristianos (y animistas), y el cruce de ambas categorías; en el que Libia en la década de los ochenta y Sudán desde los noventa han jugado un papel central. No olvidemos que los Janjaweeds emergieron de los grupos árabes apoyados por Libia en el norte de Chad y que vencidos en 1988 emigraron al Darfur apoyados por el gobierno sudanés. No olvidemos tampoco que el propio presidente de Chad, Idriss Deby pertenece a la minoría Zagawa, uno de los grupos de africanos perseguidos en Darfur.

Así, es posible que Darfur pase a la historia como la primera guerra climática del mundo. La primera, porque parece haber otras en espera. De acuerdo con un reporte de la organización Alerta Internacional titulado “A Climate of Conflict” publicado hace apenas dos semanas, un total de 46 países y 2.7 mil millones de personas están en riesgo de ser víctimas de conflictos derivados del cambio climático, desde la frontera entre Chile y Perú, pasando por México, y hasta las posibles disputas sobre el río Níger entre Mali, Níger y Nigeria.

Darfur pasará también a la historia como un episodio que evidenció como pocos la inutilidad de las sanciones económicas que no son siquiera consensadas dentro del Consejo de Seguridad de la ONU. Mientras Estados Unidos ha impuesto sanciones económicas a Sudán desde 1997, la economía sudanesa ha crecido a tasas cercanas al 10% en 10 años, gracias a la exportación de petróleo y la inversión en ese sector; es decir, gracias a China que compra 70% del petróleo sudanés y es dueña del 40% de la compañía petrolera sudanesa; mientras Sudán dedica 70% de las ganancias petroleras a gasto militar. Entre la escasez de agua y la abundancia de petróleo, la población africana en Darfur seguirá condenada a vivir en campos de refugiados o morir, o ambos. Esa es la lección de Darfur.

21.11.07

La Hora de los Cruzados (Excelsior, 211107)


La relación entre la iglesia católica y la democracia es compleja y no ajena a fricciones y momentos tirantes. De un lado la fe, del otro la institución. Distinción inevitable. La democracia garantiza la libertad de cultos, la libertad de expresión y la libertad de asociación, pero al mismo tiempo establece –como garantía indispensable a su sobrevivencia- la separación estricta entre Estado y religión, porque lo sabemos, no hay teocracias democráticas.

La iglesia católica es muchas cosas, ser una institución democrática no es una de ellas, ni en su historia, ni en sus contenidos. Es una institución que niega por principio dos atributos esenciales de la democracia: la libertad y la igualdad. Ya entre hombres y mujeres, ya entre heterosexuales y homosexuales, los principios de la iglesia no entran fáciles en la democracia pero es tarea de toda democracia garantizar la libertad en las actividades de culto.

El papel de la iglesia en algunos momentos vergonzosos de la historia ha sido eso, vergonzoso. Su apoyo y participación en las dictaduras de Francisco Franco en España, de Augusto Pinochet en Chile y de Jorge Rafael Videla en Argentina están plenamente documentadas y merecen, por lo menos, una disculpa institucional. Ahí está, por ejemplo, el cura Christian Von Wernich en Argentina recientemente condenado a cadena perpetua por el asesinato probado de 7 personas, la tortura de 30 y el secuestro de 42 al servicio de la dictadura militar. Ahí está el respaldo permanente del sacerdote Raúl Hasbún a las atrocidades de la dictadura pinochetista en Chile. Ahí está también la defensa, hasta nuestros días, por parte de la iglesia católica española a las acciones de Francisco Franco, a la que se la ha permitido incluso preservar símbolos franquistas dentro de la recién aprobada Ley de Memoria Histórica. Ahí queda también el silencio cómplice de la iglesia durante el holocausto judío.

De un lado la iglesia como institución, del otro algunos de sus miembros. Otra distinción inevitable. En todos los casos mencionados hubo sacerdotes y monjas valientes que se opusieron a las monstruosidades de la dictadura en turno, en Alemania y Polonia durante la segunda guerra mundial, en Sudamérica durante los gobiernos dictatoriales; en donde algunos fueron desaparecidos, asesinados o expulsados bajo la mirada ausente de la iglesia.

México es uno de los ejemplos más peculiares y extremos de la difícil relación entre Estado e iglesia, desde las leyes de amortización del periodo de Reforma, pasando por la guerra cristera, y hasta el arribo a la democracia. Lo sucedido el pasado domingo en la catedral metropolitana es reprobable, porque dio cuenta de signos de intolerancia en ambos sentidos. Pero más sorprendente resulta la reacción entre algunos editorialistas, que en su afán de demonizar al PRD como un partido de violentos e insolentes hacen un relato sesgado y faltante a la verdad de lo ocurrido. Muy poco democrático de su parte.

Es obligación del gobierno proteger la integridad de sus ciudadanos, incluidos los fieles y ministros de culto, cuando ésta se ve amenaza. Ni duda cabe. Habrá que probar si existió tal amenaza, hasta donde sabemos emitir opiniones políticas en un espacio de culto no está penalizado bajo ninguna ley en México. Lo que sí está prohibido tanto por el Derecho Canónico (Canon 285 al 287), como por el artículo 130 constitucional es el proselitismo político por parte de los ministros de culto. Lo que sí establecen la Constitución mexicana, la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público y la Ley General de Bienes Nacionales es la propiedad nacional sobre las iglesias y las condiciones de su uso por parte de los cultos, así como su clausura temporal o definitiva por parte de la Secretaría de Gobernación cuando dicha sanción aplique en los términos de la ley.

Ni buenos, ni malos. Esas son divisiones que encajan en una visión moral del mundo, como la del catolicismo. La relación entre iglesia y democracia está regulada por el estado de derecho, y para los fines de la democracia por encima de la ley no hay nada ni nadie.

14.11.07

Los Niños de los Apalaches (Excelsior, 141107)

Además de una franja montañosa, los Apalaches son también una región cultural, centrada en el encuentro de los estados de Kentucky, Ohio y West Virginia, donde la sobrevivencia de las tradiciones orales de ingleses, escoceses e irlandeses, y su diálogo con los sonidos negros rurales, produjo la música bluegrass, lo más cercano a un genuino folclor blanco en Estados Unidos. Los Apalaches son parte central del imaginario estadounidense, por su riqueza narrativa y su pobreza material. El trabajo en las minas de carbón, rudo y empobrecedor, y que dio vida a canciones esenciales de Loretta Lynn o John Denver, como Coal miner’s daughter y Take me home country roads. Conmovedor.

Conmovedor también descubrir que ésta sigue siendo una de las regiones más empobrecidas de Estados Unidos, en la que niños y niñas procrean niños y niñas, trabajan en las minas, consumen masivamente metanfetaminas, viven en trailers, y encuentran en el ejército la única oportunidad para acceder a la universidad. Justamente de la zona entre el este de Kentucky y West Virgina son las tres figuras más icónicas de la guerra en Irak: Jessica Lynch, Lynndie England y James Blake Miller. Nacidos entre 1982 y 1984, a menos de 300 kilómetros de distancia, cada uno se volvió una fotografía, un relato y un descalabro.


El rostro de Jessica Lynch dio la vuelta al mundo en abril de 2003 bajo el rótulo de ‘la Rambo de West Virgina’, cuando fue rescatada de un hospital en Nasiriyah, Irak; donde se encontraba supuestamente como prisionera de guerra. Al final, la propia Lynch desmintió haber combatido durante la emboscada a su unidad, negó haber sido prisionera de guerra, reconoció el buen trato que se le dio en el hospital y acusó abiertamente el gobierno de falsificar su historia con fines propagandísticos. Hoy, Lynch estudia –obviamente- periodismo y sí, después de 4 años sigue recibiendo cartas de odio por sus declaraciones.


En 2001 Lynndie England terminó la preparatoria, renunció a su trabajo en una procesadora de pollos, salió del trailer en donde vivía con su familia y se alistó en el ejército. Poco más de 2 años después, en abril de 2004 England se convirtió en “el pequeño monstruo americano”, el rostro de los abusos en la prisión de Abu Ghraib. Con 21 años de edad, England era la joven sosteniendo una correa atada al cuello de un prisionero iraquí, la joven sonriendo y sosteniendo la mano con el pulgar arriba frente a un bulto de prisioneros desnudos, la joven fumando y señalando risueña los genitales de iraquíes con bolsas sobre la cabeza. England “quería pagarse la universidad” y terminó cumpliendo una condena de 3 años en una cárcel militar, para ser dada de baja sin honores (es decir, sin la posibilidad de ir a la universidad).


En noviembre del 2004 los periódicos de todo el mundo reprodujeron la misma imagen, un soldado estadounidense en Fallujah, Irak; con el rostro salpicado de lodo y sangre, un cigarro encendido colgando dócil al lado derecho de la boca y los ojos entre cerrados. Por fin una imagen sintética, emotiva y de fácil digestión desde la guerra, un rostro vivo y agradable, el New York Post lo presentó en su portada con el sobrenombre de Marlboro Man. La foto fue captada por el fotógrafo del LA Times Luís Sinco, y desde entonces James Blake Miller pasó de ser el icono del poderío militar, a ser el rostro trágico de los veteranos de guerra. Justo un año después de la foto, Miller fue dado de baja al ser diagnosticado con desorden de estrés post-traumático; y tres años después de la foto, Miller se divorció, ha abandonado 3 tratamientos psiquiátricos, sufre depresiones y alucinaciones constantes, y pide siempre auxilio al que quizás sea su único amigo, Luís Sinco, el fotógrafo.

No, no hay una moraleja. Hay tres niños de los Apalaches, tres series de imágenes que al querer condensar una guerra en rambos, vaqueros y monstruos se expandieron en tres historias de vida. Jessica, Lynndie y James, tres relatos; no sobre Irak, sobre Estados Unidos.

7.11.07

¿Tú le crees a Hillary? (Excelsior 071107)



Soy feminista, por que veo en las mujeres a mis iguales, con las mismas capacidades, los mismos derechos y merecedoras del mismo trato que doy a los hombres. Creo también que la elección de una mujer a la presidencia de cualquier país es algo digno de celebrarse, por que hay pocas -y ese es un síntoma de desigualdad- y por que me habla de un electorado que eligió a quien consideró su mejor opción, sin reparos en faldas o pantalones. Dicho esto, estoy convencido que, independientemente de su género, Hillary Clinton no es lo mejor que el partido demócrata tiene para ofrecer a la presidencia de Estados Unidos.

Hillary es una candidata pre-cocida, en los grandes apoyos corporativos, en las donaciones de cabilderos políticos, y en los sesgos mediáticos. Reina del “flipflopeo”, no comprometerse a nada en política pública y modificar opiniones de acuerdo a la audiencia a la que se enfrente. Hillary no tiene un discurso coherente ni claro, sus respuestas y sus declaraciones son una colección de líneas mediáticas, punch lines que nada contienen pero llegan fáciles a los encabezados de los medios. Hillary es una campaña, no una candidata.

Dirán que así se ganan las elecciones, como androides dirigidos por estrategas políticos, incapaces de afirmar algo si no ha sido antes probado en encuestas o grupos de enfoque. Yo lo dudo. Sería pensar que la política ha quedado reducida a la imagen, a la estética de 30 segundos, a un electorado que consume portadas. Sí, la política es también mercadotecnia, pero la mercadotecnia es un hueco si no hay un producto que vender. El mercado guarda espacios para la calidad, los votantes tienen una opción de salida y los candidatos están obligados a proponer y respaldar. Lo racional es ser un buen político con una buena campaña, no una campaña huérfana de posiciones y compromisos.

El problema con Hillary Clinton es que ni responde ni se compromete a nada, y que lo que dice proponer no se sustenta en sus actos. Afirma testosterónica que si ella hubiese sido presidente de Estados Unidos no habría ido a la guerra en Irak, pero como senadora votó a favor en 2003. Afirma nebulosa tener un record de 35 años a favor de causas sociales y habla de “sus años en la Casa Blanca”, ser primera dama no es ejercicio de gobierno, y su experiencia se reduce a los 7 años que lleva en el Senado estadounidense. Afirma cautelosa que está en contra de ir “de prisa”’ hacia la guerra con Irán, pero votó a favor de la resolución en el senado que da a la administración Bush carta blanca para dar los primeros pasos en ese sentido. Afirma resuelta que está a favor de una “diplomacia vigorosa”, pero desde ya define como un acto de “ingenuidad” estar dispuesta a reunirse con los líderes de Irán o Venezuela (música para los oídos de halcón). Afirma estar en contra de la influencia excesiva del dinero privado en las campañas presidenciales, así como del impacto de las compañías privadas de salud en el Congreso, y es, como bien lo señaló John Edwards en el debate del pasado 30 de octubre, quien más dinero ha recibido de cabilderos y compañías.

No, Hillary no ha podido hasta ahora dar una respuesta directa sobre un sólo tema. Si se le pregunta sobre su posición sobre seguridad social dice tener un plan preciso pero que no apoya nada específico hasta tener disciplina fiscal. Si se le pregunta sobre el retiro de tropas en Irak habla de finalizar la guerra pero combatir a Al-Qaeda en Irak con tropas estadounidenses. Si se le pregunta si apoya o no la política de dar licencias de conducir a inmigrantes ilegales en Nueva York, contesta que tiene mucho sentido pero que los gobernadores no deberían hacerlo, y al día siguiente dice que sí, que sí la apoya. Alguien pensará en el cuarto de guerra de Hillary Clinton que a los republicanos hay que ganarles pareciéndoseles, y que para ganar una campaña entre hombres una mujer tiene que parecer el más macho de todos. Habrá que ver qué piensan los votantes demócratas, por lo pronto de acuerdo con la encuesta de CNN su intención de voto cayó 7% de octubre a noviembre. Por lo pronto, ¿tú le crees a Hillary? Yo no.

31.10.07

Un animal llamado K (Excelsior 311007)


K es un animal de cuatro piernas y múltiples brazos, larguísimos, de Tierra del Fuego a Formosa, igual prodigan, igual apapachan. K también tiene dos cabezas unidas por las complicidades y se nota, los afectos. Nestor y Cristina, un animal llamado K: hábil, emotivo, astuto, insolente. Ni la señora de, ni el señor de, los dos han construido un Kirchner que resopla por todos lados. ¿Válido? Cierto, algo queda incómodo en la boca cuando las alianzas privadas se trasladan al ejercicio de gobierno, ¿Pero no es eso la política? Válido y contemporáneo, ahí están los Clinton, y ahí estuvieron también la dupla socialista de Segolene Royal y Francois Hollande en Francia.

Nestor Kirchner, la cabeza rígida. Puso a Argentina de pie después del desastroso periodo 2001-2003, cuando Argentina se fumaba un cigarro en espera de lo que viniera a levantarla de la mesa, ebria y llorosa. Kirchner tiene un record económico positivo indiscutible, tasas de crecimiento por encima del 7% real, reservas internacionales por encima de los 50 mil millones de dólares, desempleo abierto por debajo del 8%, tasas inflacionarias de un solo dígito, y sobre todo, la evidenciación internacional de algunas fórmulas monstruosas dictadas desde el FMI. Kirchner termina su mandato como el presidente latinoamericano con mayor aprobación, 71% en los últimos meses de su mandato, algo insólito en Argentina y la región.

Cristina es una senadora reconocida, la cabeza encantadora. Con más carisma y moderación que su compañero, Cristina es una política peculiar. Implacable, directa, que se da permisos para las anécdotas y las emociones. Igual se le rompe la voz al hablar frente a sus compatriotas en México, que afirma sin rubor que “el mundo no pasa por los periodistas” en una entrevista con Carmen Aristegui. Cristina tiene un discurso claro sin mayores profundidades, habla de un gobierno incluyente y social. Un hueco, el slogan “Cristina, Cobos y Vos” a ritmo de cumbia villera.

Cristina le dice ‘Kirchner’ a su compañero, se ríe sola y se permite usar palabras alucinantes como ‘antinómicas’ y ‘retrotraer’. Cristina ni grita ni mueve frenéticamente las manos, algo rarísimo en los políticos, ella habla pausada y dócil. Cristina se limitó a ser ella, ni hizo una fuerte campaña mediática, ni propuso una plataforma de políticas públicas clara. Se auto-rotuló como Progresista (lo mismo que Hillary Clinton en Estados Unidos), se congratuló de formar parte del proyecto fiscal y social de su compañero, y eso le bastó. Ganó la elección presidencial con el mayor margen de ventaja desde 1983, 46% sobre el 23% conseguido por Elísa Carrió.

Cierto, su desempeño en Buenos Aires fue mediocre, 23.6%, por debajo del 37.6% conseguido por Carrió, y en los barrios conocidísimos como Belgrano y Palermo obtuvo apenas el 19% de la votación. También es cierto que en las provincias más pobres del norte, como Santiago del Estero, Formosa y Salta obtuvo votaciones por encima del 75%. Pero sería falso decir que a Cristina la eligieron sólo los ‘cabecitas negras’, también ganó en las provincias del sur que tienen altos niveles de ingresos per cápita y desarrollo humano, con votaciones del 68% en Tierra del Fuego y 54% en Santa Cruz, por ejemplo.

Cristina se une al grupo de 8 mujeres en funciones de gobierno en el mundo, casi todos gobiernos verdaderamente admirables, Finlandia y Nueva Zelanda son los dos países menos corruptos del mundo; Irlanda lleva 17 años gobernado por mujeres y pasó de ser el patito feo de Europa a ser su hija predilecta; Alemania es hoy la madre de Europa y no su peor amenaza; Mozambique y Liberia son dos de los países con mejores gobiernos en África; y Chile es un ejemplo regional de apertura y reducción de la pobreza. Chile y Argentina serán los terceros países vecinos gobernados simultáneamente por mujeres, después de India y Sri Lanka (1970-77), e Indonesia y Filipinas (2001-04).

Una buena noticia. Sí, aunque sea simplista por ser mujer, y sí, aunque sea complaciente, por no ser ‘la mujer de’, sino parte de ese animal político fiero e imponente, un animal llamado K.

24.10.07

Historias del Absurdo (Excelsior 241007)



En México sabemos que la fortuna de Carlos Slim en el 2006 sumaba 49 mil millones de dólares, sabemos también que eso equivale al ingreso anual de 7.6 millones de mexicanos, y que si Slim fuese un país seria la economía 63 del mundo, por encima de 118 países. Sí, es inquietante. Pero saber que el Rey Abdullah de Arabia Saudita cuenta con 21 mil millones de dólares, que el Presidente de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang tiene 600 millones, o que el Presidente de Gabón suma 300 millones es indignante.

Lo es por provenir de recursos públicos y por ejemplificar perfectamente la tragedia de gobiernos enriquecidos sobre poblaciones empobrecidas. Estos tres países comparten la poca honrosa distinción de tener ingresos per cápita relativamente altos e índices de desarrollo humano mediocres. Por ejemplo, Gabón con un PIB per cápita de $7,355 dólares, tiene un índice de mortalidad infantil similar a India con un PIB per cápita de sólo $3,308 dólares; Arabia Saudita tiene un PIB per cápita de $16,505 dólares y una mortalidad infantil similar a Colombia con un PIB per cápita de $6,260; pero el caso de Guinea Ecuatorial no tiene precedente, con un PIB per cápita de $18,171 su mortalidad infantil es similar a Etiopia ¡Que tiene un PIB per cápita de $1,123 dólares! Los demonios del petróleo: un absurdo.

En el cruce de la riqueza y la mezquindad social Estados Unidos tiene datos vergonzosos, por ejemplo, en 2006 se destinaron 92 mil millones de dólares en subsidios directos e indirectos al sector privado; lo que se conoce como ‘gasto corporativo’, mientras que en educación y salud se gastó poco más de 50 mil millones respectivamente. Ya se sabe la historia, ese dinero hará más competitivas a las empresas y éstas generarán empleos, bajo esa lógica la mayor parte de ese dinero debió destinarse a pequeñas y medianas empresas, que son las que generan la mayoría de los empleos privados, ¿no? Pues no, el 10% de las empresas más ricas absorbieron el 66% de los subsidios. ¿Así o más absurdo?

El sistema de salud estadounidense es en realidad una colección de absurdos. Es el país desarrollado en el que más se gasta en salud, 15.3% de su PIB, casi el doble del promedio de la OCDE; y es el país desarrollado con los peores indicadores de salud. Su índice de mortalidad infantil (6.9) es el doble que el de Suecia o Noruega; es incluso mayor que el de Cuba (5.1). Por supuesto, si tomamos en cuenta sólo a la población afro-americana la mortalidad crece dramáticamente (13.6), el mismo índice que en Jamaica o el estado de Kerala en India. ¿A dónde se va el dinero destinado a la salud? Lo adivinó: a las compañías aseguradoras y farmacéuticas. Las mismas que han gastado más de $800 millones de dólares en cabildeo político desde el 2000, curiosamente la misma cantidad prometida por el Grupo de los 8 para apoyar la compra de vacunas en el tercer mundo; y sí, alcanzaría para muchas: 1,230 millones de dosis contra el sarampión.

Por supuesto, todas las cifras citadas palidecen frente a los 700 mil millones de dólares que el gobierno de Bush se ha gastado en la guerra en Irak; si con ese dinero se hubiese fundado un país sería la 16ava economía más grande del mundo, por arriba de Taiwán, Australia, Turquía o Argentina; $3,000 dólares por cada estadounidense; 13 años de gasto en educación en aquel país. ¡Absurdísimo!

Si seguimos los cálculos del Banco Mundial con ese dinero alcanzaría para reducir a la mitad la mortalidad infantil y materna en todo el mundo (511 mil mujeres y 11 millones de niños no morirían); lograr una cobertura universal en educación primaria en todo el mundo; y hasta sobraría para cubrir el gasto proyectado en el plan de cobertura de salud universal por los candidatos demócratas en Estados Unidos. Mientras tanto, entre 2003 y 2006 la empresa Halliburton (la misma que dirigió el Vicepresidente Cheney entre 1995 y 2000) ha obtenido $17 mil millones de dólares por contratos derivados de la guerra, la mitad de los ingresos petroleros iraquíes, ¡el tamaño de la economía nicaragüense! Bienvenidos al conservadurismo soviético, absurdo de absurdos… y este mundo va.

17.10.07

El Genocidio Armenio (Excelsior 171007)


A Tamarig

Difícilmente encontrará usted un pueblo más obsesionado demográficamente que el armenio, se encuentran conteos poblacionales en casi todas las páginas de la diáspora armenia, y en las familias es casi mandato que los hijos y las hijas deben casarse con otros armenios.

¿De dónde viene este miedo a la extinción? De un pueblo que se niega –con razón- a olvidar que hace 92 años estuvo cerca del exterminio. Entre 1915 y 1917, alrededor de 1.5 millones de un total de 2 millones radicados en el imperio Otomano murieron, ya asesinados, ya de hambre durante el éxodo al que fueron obligados. Si como lo establecen las Naciones Unidas, genocidio es “la destrucción deliberada y sistemática de un grupo étnico, nacional o religioso”, llamar a este vergonzoso episodio de la historia como el genocidio armenio es preciso.

El primer genocidio del siglo XX y el único que permanece sin ser reconocido oficialmente. Turquía se ha negado desde su fundación como republica en 1923 a reconocerlo, argumentando que se trató de un conflicto con una minoría simpatizante con la Rusia zarista en el augurio de la primera guerra mundial. Difícil explicar entonces las masacres de armenios entre 1894 y 1896, y en 1909. No, se trató de la eliminación sistemática y deliberada de armenios, y así ha sido documentado por diversas investigaciones históricas y testimonios.

Uno de esos testimonios fue justamente el del entonces embajador de Estados Unidos en Constantinopla, Henry Morgenthau. 92 años después, apenas el pasado 10 de octubre el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes aprobó la resolución 308 que reconoce por primera vez el genocidio armenio de manera oficial, y que tiene altas probabilidades de ser aprobada en el pleno de la cámara esta misma semana. Con esto, Estados Unidos se uniría al grupo de 21 países que ya han hecho tal reconocimiento y estaría en congruencia con 40 de sus estados que ya han emitido resoluciones similares.

Pero las voces en contra de la resolución no se han hecho esperar, el Presidente Bush y miembros de su administración ya han manifestado su desacuerdo. Dos son los argumentos esgrimidos. En primer lugar, que la resolución pone en juego la relación bilateral con Turquía en una coyuntura especialmente delicada, dada la guerra en Irak. En segundo lugar, que con ella se entorpecerían los primeros esfuerzos turcos por normalizar relaciones con Armenia.

En cuanto a lo primero habrá que recordar que la cooperación entre Turquía y Estados Unidos es una avenida de dos vías en la que ambos actores han salido ampliamente beneficiados, desde la alianza militar bajo la Guerra Fría, hasta la invasión en Irak. Turquía carece de una amenaza de salida creíble, y menos como resultado del reconocimiento del genocidio armenio. No sólo es uno de los mayores receptores de ayuda estadounidense (i.e. 6 mil millones prometidos a raíz del conflicto en Irak), sino que sentaría un muy mal precedente de cara a sus aspiraciones para volverse parte de la Unión Europea, cuyo parlamento ha expresado que el reconocimiento del genocidio armenio es un requisito esencial para la membresía turca.

En cuanto a lo segundo, es cierto que Armenia y Turquía desde 2005 han dado los primeros pasos para normalizar sus relaciones diplomáticas, pero lejos de entorpecer este proceso, el reconocimiento de los acontecimientos de 1915 lo fortalecería. Así lo entendió Alemania en su momento, en menor medida Japón, y recientemente Serbia. Reconocer y pedir disculpas, eso es lo que ética y estratégicamente conviene a Turquía. No reconocer el genocidio y mantener en su código penal como un crimen que denigra a Turquía su sola mención, aleja a Turquía de sus aspiraciones de ser una democracia plena, miembro de la Unión Europea, y establecer relaciones con Armenia.

10.10.07

EL Che (Excelsior 100707)


“Yo tuve un hermano

no nos vimos nunca

pero no importaba”

Julio Cortazar

El Che Guevara cumplió ayer 40 años de muerto desde aquel 9 de octubre de 1967 cuando fue fusilado en Villagrande, Bolivia. El Che tiene 40 años de muerto y a uno le cuesta no ponerse sentimental; alrededor del 85% de los latinoamericanos nacimos en esos 40 años, y como en el poema que Julio Cortazar le escribió en su muerte, sentimos que tuvimos un hermano, que no lo vimos nunca y que eso, en efecto, no importa.

Inevitable, en su muerte el Che se volvió un póster, una camiseta, una boina. Un rostro delineado apenas para contarnos la historia un siglo. Un objeto kitsch en su sentido más político, un tosco objeto estético de consumo emocional masivo. El rostro del Che que ha sido usado lo mismo para darle cara a la lucha contra la injusticia que para justificar las facciones del abuso.

Pero no sólo. Quien dice el Che dice revolución, y decir revolución es siempre decir demasiado. Sí, voltear al mundo de cabeza y atreverse a soñarlo diferente, justo, equitativo, sonriente. Y sí, un sueño violento y pocas veces democrático. Quien dice el Che se queda mudo de contradicciones. De niño, la imagen del Che fue una constante en mi casa, memoricé la carta que escribió a sus hijos y jugaba a hacer propias sus indicaciones. “[…] sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. La cualidad más linda de un revolucionario.” De adulto, ya no quedan imágenes del Che en mi casa, ni juego a ser un revolucionario encantador.

Como muchos latinoamericanos me he vuelto un liberal. Creo en la libertad en todos lados, en la prensa, en el mercado, en las diferencias y sobre todo, en las urnas. El Che me sigue contando de las injusticias, las exclusiones, las desigualdades; pero me cuenta también de los monstruos que se disfrazan de utopías. De una izquierda que frente a las dictaduras de derecha no anteponía la democracia, sino la revolución: la dictadura de izquierda.

Cierto, el Che no vivió para sufrirlo. No vio a Cuba convertirse en los deseos de un solo hombre. El Che renunció a sus cargos en el gobierno cubano y se fue a perseguir espejismos a África y Sudamérica. El Che buscó en el Congo belga y Bolivia el inicio de continentes justos y encontró sus fracasos y su muerte. Sí, al Che la historia lo absolvió muerto. Pero ahí queda su incapacidad para condenar las brutalidades soviéticas bajo Stalin y ahí queda también el fusilamiento, bajo su mando, de 550 cubanos en abril de 1959.

El Che tendría hoy casi 80 años y vería una América Latina que sin duda no imaginó. Una región por primera vez democrática, en la que el único régimen autoritario es, ¡ay ironías!, Cuba. Vería también una región que sigue punzando, pero ya no se dobla del dolor. Cuando el Che murió la esperanza de vida de los latinoamericanos apenas superaba los 50 años, hoy rebasa los 70; y el ingreso per cápita promedio era de 3,500 dólares, hoy supera los 9,000 (en dólares ppp). Cuando el Che murió 51% de los latinoamericanos vivían en la pobreza, hoy menos del 30%.

Latinoamérica es una región más democrática y menos pobre, pero la reducción de la pobreza extrema no ha ido de la mano de una reducción similar en la desigualdad. A mediados de los sesenta el índice de Gini de la región era 53.6, en 2005 era de 53. Los pobres en América Latina tienen mejores condiciones de vida hoy que hace 40 años; pero siguen estando a décadas de distancia de los estratos medios y altos. Seguimos siendo una región que excluye de las oportunidades de desarrollo a su población más empobrecida. Cuando el Che murió Latinoamérica era la región más desigual del mundo, hoy también.

3.10.07

¿De Mexi-kenstein a Mexi-Kali? (Excelsior, 260907 y 031007)



“Kali, la terrible diosa, merodea por las llanuras de la India” nos cuenta Marguerite Yourcenar en Cuentos Orientales. Kali, diosa decapitada por un rayo, su cabeza unida por destino al cuerpo de una cortesana. Kali vuelta diosa entre los hombres, la cabeza lloraba sin descanso la voluntad de un cuerpo abyecto. Kali destruye y recrea. Kali es la síntesis de dos seres que vueltos uno suman sólo dolores (y complicidades).

La imagen de la diosa Kali fue lo primero que vino a mi mente al leer los trascendidos de la Reforma de Estado que se cocina en el Congreso: ponerle a nuestro deforme cuerpo presidencialista una cabeza parlamentaria que se adivina casi celestial. Curiosa solución, no dar fin al Frankenstein sino ponerle una cabeza que se cree es bonita.

Hay aquí otro mito, y me permito citar a Leo Zuckermann en su columna del lunes: “el parlamentarismo es una forma superior de gobierno al presidencialismo”. Esta conclusión se originó, como bien lo menciona Leo Zuckermann, a partir del trabajo de algunos politólogos hace ya dos décadas, centralmente Juan Linz. El argumento es claro, los regímenes presidenciales al tener un sistema de separación de poderes y partidos indisciplinados carecen de incentivos para la formación de coaliciones legislativas, lo que produce gobiernos divididos, parálisis legislativas, gobiernos inefectivos y en el peor de los casos la caída de las democracias.

En contraste, los regímenes parlamentarios al formar gobiernos mediante coaliciones legislativas -en una misma elección- tienen casi una garantía de mayoría, y el incentivo de mantenerla dada la amenaza de disolver el parlamento por parte del Primer Ministro o un voto de no confianza por parte del parlamento, y convocar a nuevas elecciones para formar un nuevo gobierno.

El argumento nace de una observación incuestionable: las democracias parlamentarias viven más que las presidenciales. ¿Se debe esta diferencia al diseño institucional de ambos regímenes como argumentó Juan Linz? Los trabajos académicos más recientes nos dicen que no. En específico, José Antonio Cheibub en un artículo del 2004 (“Why are presidential democracies Fragile?”) demuestra empíricamente que el argumento de Linz no tiene soporte alguno. Con base en un análisis estadístico que abarca todas las democracias de la segunda mitad del siglo XX demuestra que los incentivos para la formación de coaliciones es similar en ambos regímenes, y que las parálisis legislativas en regímenes presidenciales ni son tan recurrentes ni están asociadas linealmente al número de partidos políticos, sino que ambos regímenes son particularmente frágiles cuando el número de partidos en el legislativo es intermedio, entre 3 y 4, que cuando el número es mayor (o dos).

Cheibub descarta también que se deba a que las democracias parlamentarias ocurren en países más ricos. Si bien las democracias de ambos tipos son más vulnerables a menores niveles de ingreso, en todos los casos los regímenes presidenciales siguen siendo más vulnerables que aquellas parlamentarias. Entonces, si no es el modo en que se forman los gobiernos y tampoco es la riqueza ¿qué explica que las democracias parlamentarias duren más que las presidenciales?

La respuesta de Cheibub es simple: la evidencia indica que aquellas democracias que nacen después de dictaduras militares son más inestables; las democracias presidenciales son más proclives a suceder a una dictadura militar que una civil (en comparación con las parlamentarias); por tanto, las democracias presidenciales han tenido históricamente una vida más corta. Esto se debe a que las dictaduras militares crean un vacío institucional y son además más frágiles que otro tipo de dictaduras. En palabras de Przeworski: “Lo que ha sido inestable en América Latina ha sido la dictadura”, no la democracia.

Entonces, la estabilidad parlamentaria no se debe a que sea una forma superior de gobierno, sino al tipo de autocracias que han suplido. Pero lo que se plantea en el Congreso mexicano es una mezcla de ambos, un sistema semipresidencial como el de la Quinta Republica que funciona en Francia como tal desde 1962, en el que el Presidente y el legislativo son electos de forma separada, pero se establece la figura de Primer Ministro como un jefe de gabinete nombrado por el Presidente a partir de una coalición parlamentaria mayoritaria, que puede o no ser del mismo signo partidista y que puede ser revocado junto con el resto del gabinete por el parlamento mediante una moción de censura.

De este modo, cuando el Presidente y el Primer Ministro pertenecen al mismo partido (o coalición de partidos) el sistema semipresidencial funciona casi como uno presidencial. En cambio, cuando el Primer Ministro pertenece tiene un signo distinto se trata de un “gobierno de cohabitación” que o bien forma una super-mayoría o bien traslada los problemas de parálisis legislativa al interior del poder ejecutivo. Si seguimos el caso francés más bien lo segundo.

Imagine usted un sistema de este tipo en México y luego trate de dormir: tenemos un número efectivo de partidos de 2.64; es decir, en el que 3 partidos dominan más del 90% del legislativo, mediante un sistema mixto que combina la mayoría simple y representación proporcional, y para colmo, sin reelección legislativa. Peor aún, sospecho que los legisladores mexicanos no están pensando en un sistema semipresidencial como el francés, sino en una criatura que aún no tiene nombre: crear la figura de jefe de gabinete a partir de una mayoría legislativa que puede removerlo, sin modificar la formula electoral mixta, sin implementar la reelección legislativa, y por supuesto, sin darle al Presidente atribuciones para disolver el Congreso y llamar a nuevas elecciones legislativas.

Ya se imaginará usted que la mayoría que nombrará al jefe de gabinete estará basada en dos de los tres partidos, entre los que puede o no estar el del Presidente. Se imaginará también que se tratará de una coalición endeble que lejos de incrementar las atribuciones legislativas del Presidente o el jefe de gabinete (como sucede de hecho en los sistemas parlamentarios o semipresidenciales con mayoría parlamentaria), incrementará las atribuciones ejecutivas del legislativo, en específico, las del partido o partidos opositores que formen una coalición de mayoría, en la que estará siempre el PRI.

Entonces, viviremos permanentemente un gobierno de cohabitación, ya sea moderada si se forma una coalición entre el partido del Presidente y el PRI, o bien polarizada si se forma una coalición entre el PRI y el otro partido de oposición. El PRI gobernaría ad infinitum ganando o no una elección presidencial. En ambos casos sólo se trasladarían al interior del Ejecutivo las parálisis y los vicios entre poderes.

México no necesita una cabeza parlamentaria, necesita un sano y robusto cuerpo presidencial, y para eso no hace falta una Reforma de Estado, sino una reforma electoral profunda. Lo que le duele al cuerpo presidencial mexicano no es la cabeza, sino las extremidades: los partidos políticos. Se requiere generar mecanismos para que los legisladores formen mayorías legislativas en política pública, y eso no pasa ni por una segunda vuelta presidencial, ni por un jefe de gabinete, pasa por la reelección legislativa y la modificación a la formula electoral mixta. Ya sea con un sistema mayoritario con dos grandes bloques partidistas y legisladores con incentivos para votar en algunos casos por fuera de las líneas partidistas (tipo Estados Unidos), o un sistema proporcional con la presencia legislativa significativa de más de tres partidos que promueva coaliciones entre ellos para formar una mayoría legislativa (similar al sistema brasileño).

La opción semipresidencial en este México sería la unión de dos cuerpos que vueltos uno sumarían sólo dolores. Una cabeza parlamentaria llorosa, rígida y bipolar; con un cuerpo presidencialista aún deforme incapaz de dejar sus vicios. Bastaría con un cuerpo presidencialista sano: no pasemos de un mexi-kenstein a una mexi-Kali.

19.9.07

Democracia y Medios (Excelsior, 190907)



Libertad e igualdad, he ahí los dos fines centrales de la política en permanente tensión y equilibrio; aunque claro, entre libertad e igualdad median varios puentes: la fraternidad (proponía Octavio Paz), la justicia (escribía John Rawls) y la equidad (implicaban ambos).

Las elecciones democráticas, al ser por definición procesos competitivos no son ajenas a este dilema. El debate es claro, por un lado garantizar la equidad en la competencia sin que deje de ser eso, una competencia; por el otro lado garantizar el derecho a la información de los electores para formar y manifestar sus preferencias. En las democracias contemporáneas, ambas garantías pasan forzosamente por la regulación del vínculo entre medios de comunicación y partidos políticos; esto es, por la definición de las reglas de acceso a espacios mediáticos.

Un vistazo a las democracias en el mundo nos permite identificar dos modelos prototípicos. Por un lado, el libre acceso de los partidos políticos mediante la compra privada e ilimitada de tiempo aire. Este es el caso en Estados Unidos, en donde los pre-candidatos y candidatos enfrentan pocas restricciones en la recaudación de fondos privados y nulas restricciones en la compra de medios. Al otro extremo se encuentran las democracias que prohíben la compra de tiempo aire por parte de candidatos y/o partidos, y distribuyen en cambio, mediante fórmulas igualitarias o proporcionales, un monto fijo de tiempo en medios electrónicos públicos y/o privados. Este es el caso en todas las democracias consolidadas en Europa, con excepción de Italia y Portugal; así como en Chile y Brasil en nuestra región.

Defender el modelo estadounidense es defender una concepción de competencia que se basa en la libertad de candidatos y partidos para hacerse por sí mismos de capacidades; y que hace de la competencia por el dinero y el tiempo aire un elemento central de la competencia por los votos. Así, donadores de dinero y medios de comunicación adquieren un papel estratégico y político central. Defender el modelo europeo es defender una concepción de competencia que se basa en la equidad de capacidades entre candidatos y partidos, que no encuentra libertad posible ahí donde la dotación de capacidades es desigual. Así, se despoja a donadores y medios de protagonismo político.

¿Cuál modelo es mejor? La respuesta inevitable es: depende. En primer lugar, depende del resto del andamiaje institucional y electoral; esto es, del número y tipo de partidos políticos. Un sistema mayoritario como el estadounidense, con sólo dos partidos políticos, y ubicados cerca del centro del espectro ideológico facilita irónicamente una competencia más equitativa y transparente por recursos y tiempo aire. Por el contrario, un sistema no mayoritario, con más de dos partidos políticos distanciados ideológicamente, haría del modelo ‘estadounidense’ una opción inevitablemente inequitativa, dando además a los medios un papel central en dicha inequidad.

Pero hay otro elemento central que hasta ahora ha sido ignorado en el debate mexicano: el mercado mediático. En el caso de Estados Unidos hablamos de un mercado televisivo competitivo, con al menos 4 corporaciones televisivas nacionales y 78% de hogares con acceso a televisión por cable o satelital. La competencia en el mercado mediático en Estados Unidos posibilita una competencia más transparente y equilibrada de los partidos por espacios mediáticos.

El contraste con México es evidente, en el encuentro perverso entre el oligopolio mediático y el monopsonio partidista, la reforma electoral resuelve al menos lo segundo. En efecto, la reforma es criticable, por lo que tiene (contraloría interna en el IFE, regulación de campañas negativas, y negación de candidaturas independientes) y sobre todo, por lo que no tiene. Pero si algo evidenció el debate sobre la reforma es la urgencia de modificar el mercado televisivo, tanto o más que el de los partidos.

12.9.07

Los números de la gira (Excelsior 120907)

No cabe duda, en México las voces del ostracismo sobreviven necias. La gira del presidente Felipe Calderón a Nueva Zelanda, Australia e India fue criticada por algunos editorialistas como un descuido a la política interior y como un viaje innecesario dado el poco comercio exterior que mantenemos con algunas naciones asiáticas. Hay dos supuestos erróneos aquí. En primer lugar, creer que la política interior, y los procesos legislativos en particular, se resuelven más efectivamente si el presidente se encuentra inamovible en su escritorio. En segundo lugar, creer que la política exterior se reduce al cuidado de las relaciones con nuestros principales socios comerciales.

Si hiciéramos caso a estos supuestos, el presidente mexicano debería mudarse a San Lázaro y limitar sus visitas exteriores a Estados Unidos. Síntomas de dos vicios mexicanos: pensar que el poder político existe sólo como manifestación física y que nuestra presencia internacional sólo tiene signos de dólares. Se olvidan –o ignoran- la complejidad de los vínculos entre poderes en los regímenes presidenciales democráticos, del valor de la diplomacia como recurso de poder en la arena internacional, y sobre todo, del vínculo entre ambos.

La APEC (Cooperación Económica del Asia-Pacífico) es un foro multilateral compuesto por 21 países de la cuenca del océano pacífico en Asia y América. En términos económicos la APEC equivale a más del 50% de la economía mundial y el comercio global. Asimismo, la APEC incluye a 3 de los 5 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU: Rusia, Estados Unidos y China. La presencia mexicana en la APEC tiene una evidente relevancia económica y política.

Por su parte, India se ha convertido en 15 años en un gigante económico, una de los países con crecimiento más elevado, y un actor clave en los encuentros multilaterales de la Organización Mundial de Comercio y el Grupo de los 8. India, junto con China y México, forma parte de reducido grupo de 5 países en desarrollo con un peso global, que incluye también a Brasil y Sudáfrica. Es verdaderamente innecesario argumentar a favor de la importancia estratégica de la gira presidencial: “lo que se ve no se juzga”.

Ahora bien, en términos económicos nuestro comercio con los países de la APEC (excluyendo a Canadá y Estados Unidos) ha crecido en un 441% entre 1998 y 2006, y con India en un 703%. Como muestra la gráfica, el crecimiento en la relación comercial de México con China (1517%), Corea del Sur (586%), Japón (314%), Malasia (523%), Taiwán (343%) e India (703%) no ha sido menor.

Es cierto, en todos los casos mantenemos un balance comercial negativo, dado que el 94% del de nuestras exportaciones a estos países se dirigen a Estados Unidos. Pero también es cierto que en 2006 el monto de nuestras exportaciones al resto de países de la APEC e India sumó casi 13 mil millones de dólares, una cifra muy superior a los 755 millones de dólares que exportamos a la Unión Europea en el mismo año.

En suma, el valor estratégico y comercial de la APEC e India para México es incuestionable. Negarlo es ser ciego, y ya se sabe, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Como quien no ve en la política exterior y la política interior dos caminos concurrentes.

5.9.07

Andrea y la Democracia (Excelsior, 050907)


La cadena de televisión estadounidense CBS lanzará el próximo 19 de septiembre un nuevo reality show llamado Kid Nation, algo así como el país de los niños. El formato del programa es simple, 40 niños de entre 8 y 15 años provenientes de todo el país, vivirán solos por 40 días en Bonanza City, un pueblo fantasma de Nuevo México.

La referencia obvia es aquella perturbadora novela del premio nobel William Golding publicada en 1954, El Señor de las Moscas, en la que un grupo de niños de entre 6 y 12 años naufragan en una isla desierta, y que en búsqueda de la sobrevivencia colectiva encontraron el dominio de los más fuertes, la dictadura de las individualidades, la violencia y la intolerancia: la barbarie.

El programa de la CBS es inevitablemente político (y perturbador), pero dista de la anarquía de la obra de Golding. El experimento de Kid Nation nace como una democracia en la que mediante un comité de 4 niños se gobiernan las políticas locales y por supuesto, como en toda democracia, las tensiones de clase (por aquello de la división del trabajo) son evidentes y las tentaciones autocráticas están siempre latentes.

Pero más allá del desarrollo del programa es alucinante leer los testimoniales de los niños y niñas participantes, a los que se les aplicó una batería de preguntas sobre cuestiones enteramente políticas. La gran mayoría de estos 40 niños nacidos entre 1992 y 1999 tienen dos temas centrales de consternación: el deterioro ambiental y la desigualdad. Rechazan claramente la guerra en Irak y el desempeño del Presidente Bush y encuentran en el tema migratorio un punto de polarización.

Y uno se pregunta, ¿qué dirían niños mexicanos en un experimento similar? Aquí es inevitable ponerse personal. Porque uno no puede pensar en la democracia mexicana sin pensar en los últimos ¿7 años? ¿10 años? ¿13 años? Vamos, sin pensar en la historia reciente. Y no, uno no puede pensar en la historia reciente sin ponerse vivencial. Pienso en 1994, pienso hoy, en 2007, y pienso en el ineludible 2012.

En 1994 México saltó, cayó, se sacudió y anduvo mermado hacia la democracia. Yo iniciaba mi licenciatura en el CIDE, nació mi sobrina Andrea, y yo era incapaz de entender a cabalidad el momento histórico. Entre el alzamiento en Chiapas, el asesinato de Colosio y los Acuerdos de Barcelona perdimos perspectiva. Era el inicio formal de la vida democrática en México: los arreglos formales entre partidos, la primera elección limpia en más de 82 años, y la consolidación de IFE como un organismo autónomo y ciudadano para organizar y vigilar las elecciones.

En 2007 Andrea, aquella sobrina nacida en 1994 tiene 13 años y su percepción de la democracia mexicana es contundente: la elección periódica entre 3 partidos que no le generan ninguna simpatía y la relación ruidosa y estéril entre el legislativo y el ejecutivo. Yo no sé qué decirle. Le cuento que nos vimos forzados a fortalecer en exceso a los partidos para darle viabilidad a la democracia procedimental en México, que gracias a eso pudo haber alternancia en el 2000, que en efecto, los partidos políticos han pasado de ser los hijos mimados de la democracia a ser sus ogros, que el vínculo entre ciudadanos y representantes es nulo. En fin, que la democracia mexicana tiene su edad y que como ella no tiene un cuerpo definido, que crece por partes y con un dolor inevitable en las coyunturas.

Le digo todo eso y es claro que ni la convenzo ni me lo creo yo del todo. Pero sigo creyendo en el espacio de lo posible. En la posibilidad de que en el 2012, cuando Andrea vote por primera vez exista al menos la reelección legislativa, y ese su primer voto sea dirigido a un representante que le rinda cuentas, cuya carrera política dependa de su desempeño y la evaluación de sus representados, y no del mandato y la cartera de un partido político fosilizado. En fin, que junto con ella, la democracia mexicana alcance su mayoría de edad.

29.8.07

Elba Esther se va de gira (Excelsior, 290807)


Dueña absoluta del circo, reina de todas sus pistas, maestra de todos los actos circenses de la política: domadora, maga, acróbata, contorsionista, escapista, maga, malabarista, y claro, trapecista, Elba Esther los domina todos. Hasta ahora siempre limitada a circo de pueblo, con actos y públicos conocidísimos. La política doméstica, con todas sus redes, del sindicato al congreso, a los partidos (todos, el propio y los demás), y a los procesos electorales locales y nacionales.

Ahora Elba Esther empacó el circo con todos sus actos y se fue de gira a Perú. Empacados también 750 mil dólares acumulados mediante una “colecta” entre los trabajadores de la educación y destinados a la reconstrucción de la infraestructura educativa de las zonas afectadas por el terremoto. Elba Esther acude en representación del SNTE, de la Confederación de Educadores Americanos (de la que por supuesto es Presidenta), y sobre todo, de ella misma: un inmenso monolito político con nombre propio. Los elogios no faltaron, el presidente peruano Alan García hasta reconoció “la implementación exitosa de la carrera magisterial en México” como un modelo a seguir en el Perú.

Puede ser que el presidente peruano simplemente no sepa los detalles de la biografía política de la maestra, puede ser también que decidiera dejarlos de lado por 750 mil dólares, pero si algo tenemos claro los mexicanos es lo dañina que Elba Esther ha sido para la educación y la política nacionales. Elba Esther es el síntoma más visible y doloroso del autoritarismo sindical mexicano, del sabotaje a la calidad educativa –que pasa por el monitoreo y evaluación de los maestros, la instrucción del IFAI para abrir las pruebas ENLACE puede ser el primer paso hacia allá-, y un sistema político que permite la acumulación excesiva de poder en manos de una sola persona que no rinde cuentas a nadie.

Autoritaria como es, para Elba Esther la política se hace de la distribución arbitraria de apapachos y jalones de oreja (maestra al fin). Implacable y siempre indispensable. Las fichas en todos los tableros, bisagra de partidos que no han encontrado formas institucionales de dialogar y acordar. Elba Esther no necesita de las urnas para ser, le basta andar segura en los templetes necios del corporativismo al mejor postor y las fotos con el Presidente en turno.

La prolongación internacional de Elba Esther sabe a lo mismo. Los sindicatos nacionales rara vez se involucran en cuestiones internacionales, se limitan a estrechar vínculos con sindicatos en otros países u oponerse a un tratado comercial. Lo de Elba Esther tiene otro sabor, no es la manifestación de una ideología (¿Cuál?), lo suyo sabe a política exterior, a la consecución de fines domésticos desde afuera. Elba Esther busca a un tiempo hacerse de una presencia propia –independiente del gobierno mexicano- en la región y mandar una señal clarísima de las dimensiones de su poder a México.

La analogía es casi inevitable, si Hugo Chávez tiene petróleo, Elba Esther tiene las “colectas” magisteriales y la promesa de un monstruo de un millón y medio de cabezas listo para movilizarse a favor o en contra de quien sea. La promesa, porque estadísticamente no es posible concluir que Elba Esther afectó el resultado del 2 de julio a favor de Calderón o en contra de López Obrador.

Esto sabe al inicio de la política exterior de Elba Esther, tal cual. Visitas, donativos, fotos, aplausos: el circo de gira. Como siempre, la maestra aguarda sus horas y sonríe complacida. Seduce a todos, aquí y allá, por los mismos miedos, por las mismas ambiciones. Elba Esther lo sabe, de aquí a Lima la política es femenina: reproduce y castra, alimenta y debilita, abraza y sofoca.