A Tamarig
Difícilmente encontrará usted un pueblo más obsesionado demográficamente que el armenio, se encuentran conteos poblacionales en casi todas las páginas de la diáspora armenia, y en las familias es casi mandato que los hijos y las hijas deben casarse con otros armenios.
¿De dónde viene este miedo a la extinción? De un pueblo que se niega –con razón- a olvidar que hace 92 años estuvo cerca del exterminio. Entre 1915 y 1917, alrededor de 1.5 millones de un total de 2 millones radicados en el imperio Otomano murieron, ya asesinados, ya de hambre durante el éxodo al que fueron obligados. Si como lo establecen las Naciones Unidas, genocidio es “la destrucción deliberada y sistemática de un grupo étnico, nacional o religioso”, llamar a este vergonzoso episodio de la historia como el genocidio armenio es preciso.
El primer genocidio del siglo XX y el único que permanece sin ser reconocido oficialmente. Turquía se ha negado desde su fundación como republica en
Uno de esos testimonios fue justamente el del entonces embajador de Estados Unidos en Constantinopla, Henry Morgenthau. 92 años después, apenas el pasado 10 de octubre el Comité de Relaciones Exteriores de
Pero las voces en contra de la resolución no se han hecho esperar, el Presidente Bush y miembros de su administración ya han manifestado su desacuerdo. Dos son los argumentos esgrimidos. En primer lugar, que la resolución pone en juego la relación bilateral con Turquía en una coyuntura especialmente delicada, dada la guerra en Irak. En segundo lugar, que con ella se entorpecerían los primeros esfuerzos turcos por normalizar relaciones con Armenia.
En cuanto a lo primero habrá que recordar que la cooperación entre Turquía y Estados Unidos es una avenida de dos vías en la que ambos actores han salido ampliamente beneficiados, desde la alianza militar bajo
En cuanto a lo segundo, es cierto que Armenia y Turquía desde 2005 han dado los primeros pasos para normalizar sus relaciones diplomáticas, pero lejos de entorpecer este proceso, el reconocimiento de los acontecimientos de 1915 lo fortalecería. Así lo entendió Alemania en su momento, en menor medida Japón, y recientemente Serbia. Reconocer y pedir disculpas, eso es lo que ética y estratégicamente conviene a Turquía. No reconocer el genocidio y mantener en su código penal como un crimen que denigra a Turquía su sola mención, aleja a Turquía de sus aspiraciones de ser una democracia plena, miembro de
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