14.11.07

Los Niños de los Apalaches (Excelsior, 141107)

Además de una franja montañosa, los Apalaches son también una región cultural, centrada en el encuentro de los estados de Kentucky, Ohio y West Virginia, donde la sobrevivencia de las tradiciones orales de ingleses, escoceses e irlandeses, y su diálogo con los sonidos negros rurales, produjo la música bluegrass, lo más cercano a un genuino folclor blanco en Estados Unidos. Los Apalaches son parte central del imaginario estadounidense, por su riqueza narrativa y su pobreza material. El trabajo en las minas de carbón, rudo y empobrecedor, y que dio vida a canciones esenciales de Loretta Lynn o John Denver, como Coal miner’s daughter y Take me home country roads. Conmovedor.

Conmovedor también descubrir que ésta sigue siendo una de las regiones más empobrecidas de Estados Unidos, en la que niños y niñas procrean niños y niñas, trabajan en las minas, consumen masivamente metanfetaminas, viven en trailers, y encuentran en el ejército la única oportunidad para acceder a la universidad. Justamente de la zona entre el este de Kentucky y West Virgina son las tres figuras más icónicas de la guerra en Irak: Jessica Lynch, Lynndie England y James Blake Miller. Nacidos entre 1982 y 1984, a menos de 300 kilómetros de distancia, cada uno se volvió una fotografía, un relato y un descalabro.


El rostro de Jessica Lynch dio la vuelta al mundo en abril de 2003 bajo el rótulo de ‘la Rambo de West Virgina’, cuando fue rescatada de un hospital en Nasiriyah, Irak; donde se encontraba supuestamente como prisionera de guerra. Al final, la propia Lynch desmintió haber combatido durante la emboscada a su unidad, negó haber sido prisionera de guerra, reconoció el buen trato que se le dio en el hospital y acusó abiertamente el gobierno de falsificar su historia con fines propagandísticos. Hoy, Lynch estudia –obviamente- periodismo y sí, después de 4 años sigue recibiendo cartas de odio por sus declaraciones.


En 2001 Lynndie England terminó la preparatoria, renunció a su trabajo en una procesadora de pollos, salió del trailer en donde vivía con su familia y se alistó en el ejército. Poco más de 2 años después, en abril de 2004 England se convirtió en “el pequeño monstruo americano”, el rostro de los abusos en la prisión de Abu Ghraib. Con 21 años de edad, England era la joven sosteniendo una correa atada al cuello de un prisionero iraquí, la joven sonriendo y sosteniendo la mano con el pulgar arriba frente a un bulto de prisioneros desnudos, la joven fumando y señalando risueña los genitales de iraquíes con bolsas sobre la cabeza. England “quería pagarse la universidad” y terminó cumpliendo una condena de 3 años en una cárcel militar, para ser dada de baja sin honores (es decir, sin la posibilidad de ir a la universidad).


En noviembre del 2004 los periódicos de todo el mundo reprodujeron la misma imagen, un soldado estadounidense en Fallujah, Irak; con el rostro salpicado de lodo y sangre, un cigarro encendido colgando dócil al lado derecho de la boca y los ojos entre cerrados. Por fin una imagen sintética, emotiva y de fácil digestión desde la guerra, un rostro vivo y agradable, el New York Post lo presentó en su portada con el sobrenombre de Marlboro Man. La foto fue captada por el fotógrafo del LA Times Luís Sinco, y desde entonces James Blake Miller pasó de ser el icono del poderío militar, a ser el rostro trágico de los veteranos de guerra. Justo un año después de la foto, Miller fue dado de baja al ser diagnosticado con desorden de estrés post-traumático; y tres años después de la foto, Miller se divorció, ha abandonado 3 tratamientos psiquiátricos, sufre depresiones y alucinaciones constantes, y pide siempre auxilio al que quizás sea su único amigo, Luís Sinco, el fotógrafo.

No, no hay una moraleja. Hay tres niños de los Apalaches, tres series de imágenes que al querer condensar una guerra en rambos, vaqueros y monstruos se expandieron en tres historias de vida. Jessica, Lynndie y James, tres relatos; no sobre Irak, sobre Estados Unidos.

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