5.9.07

Andrea y la Democracia (Excelsior, 050907)


La cadena de televisión estadounidense CBS lanzará el próximo 19 de septiembre un nuevo reality show llamado Kid Nation, algo así como el país de los niños. El formato del programa es simple, 40 niños de entre 8 y 15 años provenientes de todo el país, vivirán solos por 40 días en Bonanza City, un pueblo fantasma de Nuevo México.

La referencia obvia es aquella perturbadora novela del premio nobel William Golding publicada en 1954, El Señor de las Moscas, en la que un grupo de niños de entre 6 y 12 años naufragan en una isla desierta, y que en búsqueda de la sobrevivencia colectiva encontraron el dominio de los más fuertes, la dictadura de las individualidades, la violencia y la intolerancia: la barbarie.

El programa de la CBS es inevitablemente político (y perturbador), pero dista de la anarquía de la obra de Golding. El experimento de Kid Nation nace como una democracia en la que mediante un comité de 4 niños se gobiernan las políticas locales y por supuesto, como en toda democracia, las tensiones de clase (por aquello de la división del trabajo) son evidentes y las tentaciones autocráticas están siempre latentes.

Pero más allá del desarrollo del programa es alucinante leer los testimoniales de los niños y niñas participantes, a los que se les aplicó una batería de preguntas sobre cuestiones enteramente políticas. La gran mayoría de estos 40 niños nacidos entre 1992 y 1999 tienen dos temas centrales de consternación: el deterioro ambiental y la desigualdad. Rechazan claramente la guerra en Irak y el desempeño del Presidente Bush y encuentran en el tema migratorio un punto de polarización.

Y uno se pregunta, ¿qué dirían niños mexicanos en un experimento similar? Aquí es inevitable ponerse personal. Porque uno no puede pensar en la democracia mexicana sin pensar en los últimos ¿7 años? ¿10 años? ¿13 años? Vamos, sin pensar en la historia reciente. Y no, uno no puede pensar en la historia reciente sin ponerse vivencial. Pienso en 1994, pienso hoy, en 2007, y pienso en el ineludible 2012.

En 1994 México saltó, cayó, se sacudió y anduvo mermado hacia la democracia. Yo iniciaba mi licenciatura en el CIDE, nació mi sobrina Andrea, y yo era incapaz de entender a cabalidad el momento histórico. Entre el alzamiento en Chiapas, el asesinato de Colosio y los Acuerdos de Barcelona perdimos perspectiva. Era el inicio formal de la vida democrática en México: los arreglos formales entre partidos, la primera elección limpia en más de 82 años, y la consolidación de IFE como un organismo autónomo y ciudadano para organizar y vigilar las elecciones.

En 2007 Andrea, aquella sobrina nacida en 1994 tiene 13 años y su percepción de la democracia mexicana es contundente: la elección periódica entre 3 partidos que no le generan ninguna simpatía y la relación ruidosa y estéril entre el legislativo y el ejecutivo. Yo no sé qué decirle. Le cuento que nos vimos forzados a fortalecer en exceso a los partidos para darle viabilidad a la democracia procedimental en México, que gracias a eso pudo haber alternancia en el 2000, que en efecto, los partidos políticos han pasado de ser los hijos mimados de la democracia a ser sus ogros, que el vínculo entre ciudadanos y representantes es nulo. En fin, que la democracia mexicana tiene su edad y que como ella no tiene un cuerpo definido, que crece por partes y con un dolor inevitable en las coyunturas.

Le digo todo eso y es claro que ni la convenzo ni me lo creo yo del todo. Pero sigo creyendo en el espacio de lo posible. En la posibilidad de que en el 2012, cuando Andrea vote por primera vez exista al menos la reelección legislativa, y ese su primer voto sea dirigido a un representante que le rinda cuentas, cuya carrera política dependa de su desempeño y la evaluación de sus representados, y no del mandato y la cartera de un partido político fosilizado. En fin, que junto con ella, la democracia mexicana alcance su mayoría de edad.

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