Sin ningún pudor algunos precandidatos demócratas, notoriamente Hillary Clinton, afirmaron en uno de sus múltiples debates que entre la protección a los derechos humanos y la garantía a la seguridad nacional, debe prevalecer lo segundo. Por supuesto, no hablaban de los derechos humanos de los estadounidenses, sino de los derechos humanos de la población en países dictatoriales considerados aliados estratégicos de los Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo (i.e. Pakistán). Que se haga la voluntad de Dios, pero en las vacas de mis vecinos.
La pregunta era un artificio de un conductor de CNN. Hasta aquí, nada que llorar. Los medios buscan articular la agenda y para ello recurren a sobre-simplificaciones, falsos dilemas y trampas. Esa es parte de su chamba. Parte de la chamba de un político es salvar esas trampas y tener el valor de informar sus posiciones antes que asumir una línea discursiva que se percibe popular, aunque sea profundamente incorrecta.
No dudo que la senadora Clinton sepa que en el combate al terrorismo una democracia es un aliado más efectivo que una autocracia. Un gobierno democrático tiene incentivos propios para hacerlo y estructuras institucionales que garantizan un uso más efectivo de la ayuda militar internacional. Un dictador también desea permanecer en el poder, pero dado que su permanencia no depende de una mayoría electoral, su sistema de incentivos lo lleva a desviarse de un curso óptimo de políticas públicas. Así, un dictador puede incrementar el nivel de ayuda internacional mientras continúe siendo un problema y puede hacer uso de esa ayuda para reprimir disidentes políticos, no terroristas.
Es pues un falso dilema. Un gobernante que viola los derechos humanos de sus habitantes, entre ellos, el derecho a elegir a su gobierno; lejos de ser un aliado más efectivo para garantizar la seguridad nacional de los Estados Unidos, se convierte en un hijo problemático que acapara la atención del padre sin modificar sustancialmente su comportamiento.
Sí, Hillary Clinton sabe todo esto y aún así decidió, con la mano en la cintura, defender la primacía de la seguridad de los estadounidenses sobre los derechos humanos de los no estadounidenses. Pensó que si su audiencia es doméstica, bien vale la pena decirles lo que quieren oír aunque sea fundamentalmente falso y peligroso. El paso del discurso rudo a las acciones torpes es fácil. Estados Unidos se ha entrampado por más de medio siglo: soberbio, miope y burdo. Necio en ver un sólo problema, un sólo enemigo, y supeditar su política exterior a ambos. Estados Unidos fabrica enemigos y los arma.
De acuerdo con el World Policy Institute en un reporte reciente, en todos los casos en los que Estados Unidos ha enviado tropas al exterior en los últimos 20 años, sus adversarios combatían a los soldados estadounidenses precisamente con armamento estadounidense. Tanto el régimen talibán en Afganistán como el gobierno de Sadam Hussein fueron intensamente apoyados y armados por Estados Unidos durante la guerra fría.
¿Lección aprendida? No. Actualmente Estados Unidos es el principal proveedor de armas a países subdesarrollados con 36% del total de venta de armas (le sigue Rusia con 28%). En los últimos 5 años Estados Unidos ha transferido armamento a 18 de los 25 países con conflictos internos (Angola, Etiopía, Chad y Filipinas entre otros). Más de la mitad de los principales receptores de armas estadounidenses no son democracias, de acuerdo con el propio Departamento de Estado (Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Uzbekistán, entre otros). Para rematar, entre los mayores receptores de armamento y ayuda militar estadounidense se encuentran países en conflicto (India y Pakistán, por ejemplo).
Los aliados de ayer son los enemigos de hoy, y los aliados de hoy…
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