26.7.06

¿Y dónde está el Estado? (Publicado en Excelsior, 26/07/06)

En relaciones internacionales las explicaciones tienden a ser excesivamente rígidas y las realidades excesivamente flexibles. Uno de varios supuestos insostenibles asume que los Estados son ‘cajas negras’ en las que lo que ocurre al interior no afecta su comportamiento al exterior.

Justamente contra este supuesto se dirige la llamada teoría de la paz democrática, quizás el tema de mayor solidez teórica en relaciones internacionales. Existe algo en el mundo que merece ser explicado: las democracias pelean tanto como las dictaduras, pero no pelean entre si. Las democracias no se hacen la guerra. Las explicaciones de esta paz democrática apuntan hacia un mismo lugar: todo político quiere permanecer en el cargo el mayor tiempo posible, en una democracia esto se logra mediante la provisión de buenas políticas públicas, y perder una guerra no es una buena política pública.

Entonces, las democracias son más selectivas en los conflictos que deciden pelear y tienden a resolver los problemas entre sí mediante la negociación. Por ello, las excepciones históricas de democracias que atacan otra democracia mucho más débil han tendido a ser guerras imperialistas y/o bien sujetas a criterios superiores de seguridad (i.e. la Guerra Fría).

Quizás ningún episodio histórico ha complicado más a la teoría de la paz democrática que el conflicto actual entre Líbano-Israel-Palestina. Israel es la única democracia consolidada en Medio Oriente, por su parte Líbano y Palestina son los únicos países musulmanes en dirección a la democracia electoral (puede discutirse el caso de Jordania).

Así, la actual guerra en Medio Oriente es una guerra entre los países más democráticos de la región. Aunque a veces, vemos países sin ver Estados. La teoría de la paz democrática comparte un supuesto con aquellas viejas teorías de las relaciones internacionales: el Estado es el actor central de las relaciones internaciones. Esto supone dos cosas, que el Estado existe y que no hay ningún otro actor dentro del territorio nacional que domine las relaciones internacionales del país. Ambos elementos fallan en Líbano y Palestina.

Líbano es un Estado reencontrado consigo mismo después de haberse desvanecido entre la guerra civil y la ocupación siria, que no tiene el control del sur de su territorio, que sufre los ataques de Israel que están dirigidos a un grupo no-estatal autónomo y beligerante, el Hezbolá. Palestina es un Estado residual, discontinuo entre Gaza y Cisjordania, sin capacidades recaudatorias o comerciales, amagado por Israel y secuestrado por Hamás.

Vaya ironías. 1. Las promesas democráticas de Medio Oriente son justamente las de Estados más débiles que buscan en la democracia el camino a su fortalecimiento. 2. La guerra es un modo de fortalecer a los Estados (se ha argumentado que su ausencia es una causa de la debilidad de los Estados africanos por ejemplo). 3. Lo que sucede en Medio Oriente es un ataque de una democracia sobre otras, pero como parte de la guerra entre un Estado y actores no-estatales.

Así, la tarea más importante es el fortalecimiento de los Estados Libanés y Palestino, ese es el reclamo israelí, ese es el deseo internacional y ese es, sin duda, el mejor escenario para los actuales gobiernos de ambas naciones. Si ese es el resultado de este conflicto, entonces veremos en el futuro a tres democracias electorales en tres Estados fuertes, que no carecen de conflictos, sino que los resuelven sin el uso de la fuerza: la paz democrática. Una paz en la que no Hezbolá ni Hamás tienen cabida.

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