19.7.06

El Partido de la Acción y el Partido de Dios (Publicado en Excelsior, 19/07/06)

Los conflictos internacionales de dimensiones globales tienen en ocasiones dimensiones geográficas muy pequeñas. Es el caso de Israel, tierra prometida, arrebatada, defendida y vulnerada. Israel con una extensión territorial equivalente al estado de Hidalgo (desde 1973 después de la Guerra de Yom Kipur) ha sido fuente inagotable de inestabilidad regional y global desde su fundación. El conflicto en Medio Oriente es un conflicto que parece irresoluble, reciclable al infinito. Conflicto moral, de principios, de memorias históricas que ni desaparecen ni se negocian. El conflicto como forma de vida, como garantía primordial de la propia existencia política.

El conflicto que depende de la acción de grupos organizados por fuera y dentro del Estado. El caso de Hamas y el gobierno Palestino de ahí emanado. El caso también de Hezbolá que accede al parlamento Libanés sin renunciar a las armas. La dicotomía agotante del brazo armado y el brazo civil, que saludan a distintas multitudes y en la distancia se ven francamente cómplices.

El Hezbolá, o Partido de Dios, nace en 1982 como respuesta a la invasión israelí al sur libanés para combatir a las fuerzas de la Organización para la Liberación Palestina ahí asentadas, y con el apoyo abierto de los regímenes teocráticos de Irán y Siria. Su permanencia se aseguró en la continuidad de la Guerra Civil libanesa que duró hasta 1990 y, por supuesto, bajo el dominio sirio del país hasta el año pasado. Se aseguró también vía la continuidad del conflicto Israelí-Palestino y la permanencia del ejército hebreo en el sur libanés hasta el 2000. Hoy, el Partido de Dios tiene por una parte 28 miembros en el parlamento y por otra parte entre 5 mil y 10 mil combatientes armados con capacidades balísticas. Se establece así una relación confusa entre actores, entre el gobierno de Líbano y los dos brazos del Hezbolá.

En el caso de Israel queda claro al menos que el actor es el Estado. Israel tiene un sistema de partidos fragmentado y polarizado, que obliga a la formación de coaliciones de gobierno dentro del Knesset (parlamento). La actual coalición se encuentra encabezada por el Kadima, partido fundado por Ariel Sharon a partir de una escisión del partido conservador Likud. Kadima es una expresión hebrea que se traduce como ‘hagámoslo’, ‘adelante’, invitación a la acción colectiva. Acción como respuesta a la percepción de inmovilidad de los gobierno ‘suaves’. No en vano varios partidos conservadores en el mundo lleven la palabra acción en sus siglas.

Del nombre no escapa nadie. Un gobierno conservador resuelto, que por un lado remueve los asentamientos judíos de los territorios palestinos y por el otro le niega al Estado palestino medios de consolidación. Una organización que no se decide a ser gobierno y renunciar a la violencia como herramienta de negociación y persuasión. Un Estado que reclama su existencia y un grupo que clama a Dios por todas sus acciones.

Lo sabemos, el conflicto entre Líbano e Israel es un conflicto regional que se agrega a temas complejos como la guerra en Irak o el programa nuclear iraní. Lo sabemos también, el medio oriente tiene nulas posibilidades de estabilizarse sin que se resuelva el conflicto entre Israel y Palestina. La tarea internacional es generar incentivos para el acuerdo entre las facciones ‘suaves’ de los grupos involucrados y aislar a sus facciones ‘duras’. Evidenciar las ganancias del camino electoral para organizaciones como Hamas y Hezbolá, un solo brazo que salude a una sola multitud.

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