No deja de extrañarme, lo admito, con seis años de tardanza finalmente usted se decidió a visitar la región, y lo hace con una anunciación festiva y confitera pocas veces vista. Ya hace un par de días comparó usted a George Washington con Simón Bolivar, encuentra usted de repente paralelos históricos entre los dos trozos de un continente que han crecido, y siguen creciendo, no como dos ramas de un mismo árbol, sino como dos árboles vecinos.
Lo siento, sus palabras me suenan a un discurso escrito por sabrá Dios que burócrata de Washington en sabrá Dios que oscura oficina. No le creo, me atrevo casi a decir, no le creemos. Decía Octavio Paz que la diferencia entre los estadounidenses y los mexicanos que ustedes son crédulos y nosotros creyentes, en el acto de creer hay algo de renunciación voluntaria, y en cuanto a usted ya es un poco tarde para ese algo.
Se pone de último minuto los ropajes de los grandes presidentes demócratas, Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy, y se nos presenta como el “Buen Vecino” que nos visita con un gran plan para el desarrollo, una “Alianza para el Progreso”. Fuera temas de seguridad y “Real Politik”, fuera intereses energéticos, fuera concepciones que ven en América Latina las sobras de
No le creemos porque en realidad no puede usted hacer mucho en los dos años que le quedan, con un nivel de popularidad tan bajo y con un Congreso adverso. Tampoco le creemos porque no viene a proponer nada sustancial ni novedoso, viene usted a darnos atole con el dedo. Me explico, nos ofrece enviar un buque de la marina medicalizado con capacidad para atender a 85 mil pacientes. Respuesta directa y burda a la ‘Operación Milagro’ iniciada por Cuba y Venezuela en la región.
Nos regala también un paquete de ayuda para el desarrollo con un valor de poco más de 1,500 millones de dólares. Para que nos quede claro, eso representa aproximadamente la mitad del valor de las remesas que recibe El Salvador. Para que nos quede aún más claro, equivale al valor de la ayuda estadounidense a Egipto y a poco más del 50% de la ayuda militar estadounidense a Israel, ambos en 2005.
Ya sabemos que Estados Unidos nunca ha sido un país con vocación de donador. De hecho, de entre los países desarrollados sólo Portugal dedica menos dinero en ayuda internacional como porcentaje del PIB (.22%). También sabemos que los criterios para definir los montos de ayuda pocas veces son estrictamente económicos. De otra forma no podríamos entender porque Israel es el principal receptor de ayuda estadounidense capturando el 30% del total.
Usted lo sabe, la ayuda internacional es una herramienta de contención o persuasión política. Por ejemplo, entre 2000 y 2004 los 5 principales receptores de ayuda económica de su gobierno fueron en orden descendente: Israel, Irak, Egipto, Pakistán y Rusia. ¡Una sola democracia entre los primeros cinco! Curiosamente, ¡una democracia desarrollada!, cómo explicar que el promedio de ayuda anual a Israel en esos 4 años, equivalió al promedio de ayuda de su gobierno al África subsahariana.
¿A qué viene entonces? Su visita tiene el sabor simultáneo de lo inevitable y lo inútil. Por su parte, ha quedado claro en 6 años de gobierno que América Latina no es una región que le represente un interés económico o geoestratégico. Por nuestra parte, lo recibiremos con fanfarrias y operativos de seguridad insólitos, sabremos que nada concreto nacerá de su visita, lo veremos partir en alegre cuenta regresiva hacia la elección del 2008, y creeremos (creyentes que somos) que quizás un (o una) presidente demócrata mirará más seguido al sur.
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