14.3.07

Hugo & George (Excelsior, 140307)

Los animales de la misma especie se olfatean, se reconocen y no pocas veces, se lanzan zarpazos, mitad al aire mitad al cuerpo. Es un juego de espejos, y ya se sabe que los espejos no tienen piedad y cuando uno les pide la afirmación del bien propio, nos reflejan el mal que pensábamos era ajeno y resulta ser, irónicamente, el nuestro. Uno no puede ver a Hugo Chávez y a George Bush sin percibir rastros comunes de personalidad, excesos y carencias. Ambos se olfatean y se encuentran a ellos mismos, en la arrogancia, en la ceguera, en el oportunismo.

Chávez ha encontrado en el gobierno de Bush al demonio que justifica todos los excesos, Bush ha encontrado en Chávez al negativo de su nueva y ficticia bondad en la región. Ambos ven en el ejercicio de gobierno un ejercicio personal y ególatra. Ambos entienden la política, incluida la exterior, como un mundo en los extremos, entre el blanco y el negro no hay grises posibles. Ambos se hurgan en los bolsillos para seducir gobiernos y pueblos. Ambos buscan a América Latina no en América Latina, sino en sus propios delirios y obstinaciones.

Sí, son seres de la misma especie y los latinoamericanos así lo entendemos. De acuerdo con un estudio publicado por Latinobarómetro a finales del 2006, Bush y Chávez son, junto con Fidel Castro, los gobernantes más conocidos y menos estimados en América Latina. Por ejemplo, mientras el Presidente brasileño Lula da Silva obtiene una calificación promedio de 5.8 puntos y la Presidenta chilena Michelle Bachelet llega al 5.5, Bush y Chávez arañan apenas los 4.6 puntos.

América Latina no es una región pasiva en espera de fijar sus prioridades bajo los dictados del mejor postor. Bush y Chávez recorren el continente, hacen sus ofertas, y la región permanece casi indiferente. Los latinoamericanos entendemos que los retos latinoamericanos no pasan por los caprichos de dos líderes envanecidos. En este espacio mencionábamos el lunes pasado que las ego-giras de Bush y Chávez abren preguntas y exigen respuestas. Nos enfrentamos a temas que exigen acciones colectivas: energía, migración, comercio y narcotráfico.

Las ego-giras dejan, involuntariamente, saldos positivos. Los reflectores de la izquierda se movieron hacia el Presidente Lula da Silva, mostraron a un líder al mismo tiempo firme y flexible, y dejaron a Chávez en una tiniebla de palabras necias y pancartas caducas. Los reflectores de la derecha se movieron hacia el Presidente Felipe Calderón, mostraron a un líder al mismo tiempo naciente y experimentado, y dejaron a oscuras el vacío de la derecha regional. Tanto Felipe Calderón como Lula da Silva parecen llegar a la misma conclusión, América Latina enfrenta retos comunes, requiere incrementar los esquemas de cooperación formal para darles respuesta, y ello deberá hacerse no a partir de Bush o Chávez, sino a pesar de ellos.

México y Brasil están llamados a estrechar sus vínculos, establecer la agenda regional y generar los mecanismos para darle posibilidades. La alternativa a la política regional de Chávez no vendrá de la Casa Blanca, sino del encuentro entre Los Pinos y el Palácio da Alvorada. El aparente alineamiento entre Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, carece de una propuesta viable de políticas de desarrollo e integración, es un alineamiento entre nombres propios. La alternativa tendrá que ser multilateral y temática. El deseado encuentro entre Brasil y México tendrá factiblemente el respaldo de gobiernos tanto a la izquierda como a la derecha, Chile, Perú, Colombia, Panamá y Costa Rica. Bush y Chávez son los extremos que se tocan, la serpiente que se muerde inevitablemente la cola, el reflejo de lo que no queremos ser, un artificio ideológico y estéril.

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