No, no es el de George Bush. Aunque parezca un Presidente muerto en vida, Bush sigue moviéndose frenético, ondeando banderas recién hechas, pisando suelos recién redescubiertos, gritando palabras recién aprendidas.
La visita de Bush confronta y exige respuestas. La izquierda latinoamericana ha encontrado –tristemente- en Hugo Chávez un rostro, ¿Y el centro, y la derecha? ¿Quién dará rostro a quienes en la región apoyan la libertad de los mercados y el comercio? ¿Felipe Calderón, quizás? ¿Qué tipo de libre comercio queremos en América? ¿Entre quiénes, bajo qué reglas? ¿Podemos cabildear regionalmente un acuerdo migratorio? ¿Podemos aspirar a un esquema regional de seguridad y combate al narcotráfico? ¿Y el tema energético? ¿Tienen futuro los esquemas regionales de inversión y exploración petrolera? ¿Está nuestro futuro en la producción de Etanol?
El fantasma que nos recorre es una doble aparición, el siglo XX que no termina de morir y el siglo XXI que no termina de nacer. Bush nos enfrenta a nuestros fantasmas, un hombre de espejos que presenta lo que somos y lo que aspiramos ser.
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