28.5.08

A eso, en mi pueblo, le dicen clientelismo (EL Centro, 280508)

Si es usted un presidente obsesionado con las encuestas, con una elección intermedia en camino, y sin un sólo tema de política pública que presumir sin controversias, le tenemos la solución perfecta para ganarse la simpatía de propios y extraños: invente un problema, pretenda que lo resolvió, y de paso, compre usted apoyos políticos al mejor estilo de las democracias clientelares.
Sí, todo en un sólo paquete y lo mejor de este sencillo programa es que se puede usted montar en un tema global que trae a todos asustadísimos. Así, su prestigio puede trascender las fronteras nacionales y, en una de esas, hasta consigue dirigir un organismo internacional como premio a su valentía una vez que termine su periodo presidencial.
El tema global, lo debe usted sospechar ya, es la crisis alimentaria que azota a la humanidad. Como México no es un país que produzca y consuma arroz masivamente, no le quedará más remedio que abordar el asunto desde el maíz, aunque sea el grano que ha tenido el incremento más bajo en los precios internacionales.
Este es un “país hecho de maíz” dirían algunos románticos historiadores, así que en automático cualquier política que proteja su consumo a precios accesibles, es oro político puro.
Es cierto, el precio de los cereales a nivel mundial ya empezó a bajar desde mediados de mayo, pero justamente eso opera a su favor, en un par de meses más, todos pensarán que usted fue la mano que paró el problema, aunque haya sido el mercado. Maravilloso.
Le sugerimos presentar como novedosos esquemas de importación que ya existen, como la reducción de tarifas a la importación de trigo, arroz y maíz. Como aquí nadie sabe que somos importadores netos de alimentos, parecerá que está usted descubriendo el café con leche.
Agregue al paquete tres-cuatro líneas sobre el “compromiso del Estado mexicano con el campo”, sugiriendo estrategias que lo harán productivo para garantizar nuestra “soberanía alimentaria”. Suena patriótico, ¿no?. Total, nadie sabe que este país, por condiciones orográficas y por un simple sistema de incentivos económicos, simplemente no puede cubrir la demanda interna de alimentos.
Recicle usted políticas ya existentes, como el esquema de subsidios a la harina de maíz Mi Masa y la siempre generosa Leche Liconsa. Leche, maíz y vacunas, de eso se hacen los presidentes amados.
Finalmente, y aquí radica el centro del plan, establezca usted un apoyo económico adicional para las familias “más desfavorecidas”, ¿Qué mejor forma de sacarle más provecho al programa Progresa de Zedillo? (eso lo entendió hasta Vicente Fox), en lugar de darles 535 pesos, déles 655, con empeño y una buena distribución –política- de los recursos, 120 pesos al mes bien valen un voto.
No, no es que la gente sea torpe, es un simple cálculo económico, cuando se es tan pobre que el futuro es un bien de lujo, 120 pesos hoy valen millones en un mañana en el que muchos mexicanos no se atreven ni a pensar.
Tiene usted suerte, porque junto con los alimentos ha crecido aún más el petróleo. Mire, si en México hay algo así como 23 millones de hogares, sólo con los poco más de 5 mil quinientos millones de pesos generados por los excedentes petroleros, usted le podría dar más de 240 pesos a cada hogar mexicano.
Recibirá usted críticas, porque su programa es insuficiente, porque coquetea en exceso con las políticas clientelares del régimen de partido hegemónico (PRI), porque arregla algo que no está descompuesto, en fin, por ser una estrategia evidentemente electorera y no una política pública. No se preocupe, esos que hoy lo critican, harían exactamente lo mismo que usted en su lugar. Ya lo dijo el politólogo Adam Przeworski, “todo político es una priísta en su interior”.

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