14.5.08

Una democracia que no sabe debatir (El Centro, 140508)

El núcleo de la política es el conflicto. Quien sueña con un mundo en perfecta armonía y consenso, sueña con un mundo en el que no hay espacio para la política. La búsqueda de formas de decidir asuntos públicos en el disenso es la historia política de la humanidad.
Esa es la diferencia central entre democracias y dictaduras. En regímenes autoritarios el disenso se esconde aterrado de las botas del dictador; y éste, soberbio, toma todas las decisiones de política pública consultando sólo a aquellos que le resultan indispensables para permanecer en el poder.
En las democracias, las funciones de gobierno recaen en quien ha logrado hacerse de una mayoría electoral, mediante un proceso equitativo que arroja resultados aceptados por todas las fuerzas políticas.
Esa es la definición desnuda de la democracia: se faculta al ganador electoral a decidir. Desnuda porque no incluye en su definición otras bondades, ni libertad, ni igualdad, ni justicia; la democracia se reduce a sus procedimientos.
No es poco. La certidumbre en los mecanismos democráticos garantiza la saludable incertidumbre sobre los resultados. No sabemos quién ganará, pero quien quiera que sea será reconocido por todos y podrá gobernar.
A eso los politólogos le llamamos democracia procedimental,.
Por supuesto, la democracia es más que eso. Las decisiones públicas son producto de la interacción entre poderes electos por distintas bases de apoyo. Por eso, desde su origen, la democracia ha estado asociada al debate. La formación de mayorías legislativas, para apoyar o desechar propuestas del ejecutivo, pasa necesariamente por la discusión de ideas.
A eso los politólogos le llamamos democracia deliberativa, y nos llenamos de contento sólo de pensar que en un sistema político sea la persuasión, y no la coerción, la que produzca mayorías legislativas que logren decidir ahí donde el disenso es una constante.
En México llevamos 17 años obsesionados con hacer de la nuestra una democracia procedimentalmente impecable, de ahí el IFE y la serie de reformas que le han dado forma. Pero en términos deliberativos, la nuestra es una democracia niña. Sustituye el diálogo por el berrinche y el pataleo.
Hoy dio inicio el tercer foro de debates sobre la reforma energética en el Senado. No hay ni que aclararlo, el formato de las mesas simplemente no constituyen un debate. Nos cuesta persuadir y dejarnos convencer, el nuestro no es el mundo de la formación de ideas, sino el de la soberbia implacable.
Aquí nadie va a cambiar posiciones. El PAN buscará formar una mayoría con el PRI para aprobar la reforma. El PRD planeará mecanismos para boicotear la votación en septiembre. El PRI buscará negociar su apoyo a la reforma y hacerse del apoyo del PAN en las reformas que le interesan.
Procedimentalmente, el PAN y el PRI están perfectamente facultados para votar y aprobar la reforma, así como el PRD está legitimado para discutir y votar en contra. Pero una mayoría que no debate es una mayoría burda, de bancadas, no de argumentos. Y claro, una minoría que no persuade, que veta la toma de decisiones por medios no institucionales, es una minoría que no entiende su lugar en la democracia, procedimental o deliberativa.

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