21.2.07

Vuelta en U (Excelsior 210207)


El mundo es hoy más democrático que nunca, el número de países con un régimen político democrático se encuentra en un máximo histórico. De acuerdo con la organización Freedom House en su informe del 2006, hay en el mundo 89 países libres (46%), 58 parcialmente libres (30%) y 45 no libres (24%). Los números en 1975 mostraban otra imagen, entonces había sólo 40 países libres (25%), 53 parcialmente libres (34%) y 65 no libres (41%). Así, en poco más de 30 años han surgido 49 nuevas democracias en el mundo.

Ahora bien, sabemos aún muy poco sobre por qué algunos países transitan a la democracia y peor aún, por qué algunas democracias revierten el rumbo y retornan a formas de gobierno no democráticas. Lo más que sabemos, gracias al politólogo Adam Przeworski (el principal teórico e investigador en el tema en la actualidad), es que si bien la riqueza de las naciones no las lleva a transitar a la democracia, si reduce notoriamente las probabilidades de que, una vez siendo democracias, regresen a ser autocracias. Por ejemplo, con base en datos mundiales entre 1950 y 1999 Przeworski encontró que de las democracias con ingresos per cápita menores a 1,000 dólares mundiales (reales, PPP) 1 de cada 12 regresó a una forma de gobierno no democrática. La proporción es de 1 de cada 26 para países con PIB per cápita entre 1,000 y 3,000 dólares, 1 de cada 61 para aquellos entre 3,000 y 6,000 dólares y de 0 (sí, cero) para países con PIB per cápita por encima de los 6,055 dólares (el ingreso per cápita de Argentina en 1976).

¿Por qué la riqueza constituye un seguro para la democracia? Przeworski junto con el economista Jess Benhabib proponen una respuesta en un trabajo publicado apenas el año pasado: cuando la población de un país cuenta con cierta riqueza personal, el beneficio económico que podrían esperar de derrocar al régimen democrático no compensa por la pérdida que experimentarán en términos de libertad. Por supuesto, esta valuación relativa del ingreso y la libertad por parte de una mayoría poblacional dependen de la distribución de la riqueza; es decir, del nivel de desigualdad social.

Así, el nivel mínimo del PIB per cápita que asegura la continuidad democrática es distinto para cada país, en algunos casos puede estar por debajo de los $6,055 dólares (i.e. India), y en algunos otros casos por encima. Justamente respecto a estos posibles casos, Przeworski menciona que el efecto se puede observar por el impacto desigual de las recesiones económicas, y ejemplifica con el caso de Venezuela en donde el PIB per cápita decreció 25% entre 1978 y 1999, llegando a un mínimo de $6,172 dólares.

Algo similar ha ocurrido con Rusia, que entre 1990 y el 2001 pasó de tener un PIB per cápita de casi 8 mil dólares a uno de poco más de 5 mil. Hugo Chávez y Vladimir Putin son los claros representantes de líderes electos democráticamente (ambos a finales de la década pasada) que han movido a sus países hacia arreglos poco o nada democráticos. Con mayor o menor sofisticación, los dos son hombres que han sustituido la generación democrática de gobiernos y políticas, por el sonido de una voz personal que se presenta como ‘voluntad popular’. En ambos casos, el lubricante que ha permitido la ‘vuelta en u’ hacia la autocracia ha sido la exportación de petróleo y/o gas. Putin llama a Rusia una ‘democracia soberana’, Chávez llama a Venezuela una ‘democracia bolivariana’. Por supuesto, cuando a la democracia se le acompaña de cualquier adjetivo que no sea ‘liberal’, nos encontramos seguramente frente a un régimen al que ya no se le puede aplicar el adjetivo ‘democrático’.

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