22.10.08

Molesto

Imágenes resbalosas, líquidas fugas entre manos. Fluyen contentas de muerte, dispuestas a diluirse en el resto, un cementerio ondulante de pensamientos, de formas en que uno pone las comezones listas para el papel. Al inicio la pantalla, vacía, indefensa, ajena aún a sus contenidos, un blanco que se menea vulgar en el tiempo.
Las palabras tienen caderas anchas, sobradas, asibles. Labios repulsivamente rojos y el cabello perfumado de alcoholes. Su aliento es apenas soportable, tan de guardados.
Te impregnan sus pestes como precio a sus placeres. Cuerpos insolentes, de piernas cerradas y vaginas hirientes, nunca heridas. Los senos posados sobre esos brazos tiesos, pegados inertes al cuerpo. Negadas a serse, estériles, sus sangres infértiles, usables apenas para mentir la idea de vida, mancharse excedidas.
Encuentran y mueren, se crecen llegadas de momento. Te mastican entero entre sus coños. Es su tiempo, El remate cálido de una vida tibia. ¿Cómo podrían vivir sin ser así expuestas? Si nacidas para ser usadas, cubiertas, su momento de exilio será carnal, crudo, en el margen de lo censurable.
Tú, quieto, dejas tus imágenes ser exprimidas. Eyaculas impertinente y buscas la salida más obvia, la luz al final del texto, salvado de exteriores.
Hombre, entonces niño de ojos cerrados y sentidos agachados tras los diarios, te lames las manos vulneradas, ajustas firmes tus zapatos y te duermes entrampado.
Hombre, no puedes ser palabra, no con tus manojos que cuelgan obvios, casi tristes, siempre a mano, casi casi, sexo seco. Condenado a coitos repetidos, torpes, indistinguibles. Hombre olor saliva.

No hay comentarios.: