8.8.07

Somos mucho más que dos (Excelsior, 080807)


“... y en la calle codo a codo somos mucho más que dos” escribía Mario Benedetti en Te Quiero, uno de sus poemas elementales, uno de esos que entran precisos en el imaginario latinoamericano; como los Amorosos de Jaime Sabines, 12 de Oliverio Girondo, Piedra de Sol de Octavio Paz, La Canción Desesperada de Pablo Neruda, El Reloj de Arena de Jorge Luís Borges o Versos Sencillos de José Martí. Porque sí, el imaginario latinoamericano se ha nutrido de palabras; la certeza de un continuo cultural que pasaba por el lenguaje y una realidad que exigía ser explicada. Palabras.

“¿Palabras? Sí, de aire, y en el aire perdidas” sentenciaba Octavio Paz como destino de poetas. No erraba, en América Latina nos han sobrado palabras y nos han faltado materialidades. Hemos tenido poetas en la misma escala en que nos han faltado hombres de Estado. No es un contraste inútil. Es parte de la asimetría, descrita mejor que nadie por Carlos Fuentes, entre nuestro imaginario cultural, y nuestra realidad política y económica. No sólo en términos del desarrollo de nuestros países, sino en términos de su vinculación regional.

Apenas nos estamos poniendo a tono con el discurso. Hemos cambiado. Hemos crecido, hemos liberalizado nuestras economías y, sobre todo, nos hemos democratizado. América Latina camina –lentamente- hacia la regionalización. El camino es de doble sentido. Por un lado, Brasil y el proceso de consolidación y expansión del Mercosur que a 16 años de su creación formal no sólo ha sobrevivido, sino que ha venido incorporando como países asociados al resto del cono sur. Por el otro lado viene México, que recién voltea al sur como espacio de oportunidades económicas y, sobre todo, como fuente de fortalecimiento diplomático.

Brasil y México, no otras dos piernas puede tener América Latina, como idea y como posibilidad. Juntos, Brasil y México representaban en 2005: el 64% de la economía regional (32% cada uno), el 53% de su población (34% y 19%), 59% de la totalidad de sus exportaciones (21% y 38%), 59% de sus importaciones (15% y 44%) y 51% de la inversión extranjera directa (22% y 29%).

Cierto, en términos comerciales los flujos intra-regionales en América Latina son aún reducidos. Por ejemplo, mientras que el comercio entre los países del TLCAN asciende a 815 mil millones de dólares, la totalidad del comercio entre todos los países latinoamericanos suma 85 mil millones, apenas el 10.5% de aquel. De hecho, las exportaciones del TLCAN al Mercosur (39 mil millones de dólares), o del Mercosur al TLCAN (23 mil millones de dólares) superan el valor del comercio entre los países miembros del Mercosur (21 mil millones de dólares). México es el puente indispensable entre las dos regiones comerciales más importantes del continente. México es también el principal inversionista local en la región, con 6 mil millones de dólares.

Pero no, no todo es comercio y capitales. El acercamiento entre Brasil y México, las visitas consecutivas de Lula da Silva, y Nestor Kirchner, la defensa de ambos para que México se una al Mercosur, pueden leerse también como un posible reordenamiento de la diplomacia regional, un reconocimiento tácito al liderazgo simultáneo de Brasil y México en la región. Cierto, juntos, codo a codo, Brasil y México son mucho más que dos, son más de la mitad de América Latina, son la base de su viabilidad como una región democrática, dinámica y diplomáticamente presente en la escena mundial. Una región en la que el discurso aislacionista, autoritario y petrolífero de Hugo Chávez no encuentre eco. Una región del tamaño de sus poetas.

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