22.8.07

Elvira Arellano (Excelsior, 220807)


“Primero te ignoran, luego se ríen de ti, luego te combaten, luego ganas”

Mahatma Gandhi

En el cruce de circunstancias nacen símbolos, luchas, hombres y mujeres que son voz. No hablo de héroes consagrados por las versiones oficiales y rígidas de la historia. No, hablo de hombres y mujeres que orillados por un momento se lanzan a la defensa de una idea, un derecho, o una aspiración, que se vuelven el rostro de muchas ideas, muchos derechos, tantas biografías. Que de forma casi involuntaria se vuelven la suma de voluntades.

¿Qué habría sido Mahatma Gandhi si no se hubiese visto excluido de banquetas, hoteles y espacios públicos durante su vida en Sudáfrica? ¿En qué se hubiera convertido Martin Luther King si aquel 1 de diciembre de 1955 Rosa Parks hubiese cedido dócilmente su asiento a un pasajero blanco en un autobús público? ¿De qué tamaño sería hoy César Chávez si no hubiese servido en la Marina estadounidense en la Segunda Guerra mundial para encontrar a su regreso la misma exclusión, el empleado de un cine pidiéndole que se retirara de la zona reservada para blancos? ¿Quién recordaría hoy el nombre de Lech Walesa, un simple trabajador de un astillero, si en 1970 no hubiese presenciado el asesinato de 80 trabajadores en el puerto polaco de Danzig?

Lo dicho, en el cruce de circunstancias hay hombres y mujeres que se atreven a decir no, y ese no alcanza para iniciar la lucha por la independencia de un subcontinente entero, desatar el movimiento de derechos civiles más grande de la historia, mejorar las condiciones de trabajo de quienes laboraban en los campos estadounidenses o llevar a un país hacia la democracia.

Quizás exagere, quizás romantice de más, quizás me dejo llevar demasiado lejos por un rostro conmovedor y familiar en una foto; pero creo que el ‘no’ de Elvira Arellano es uno de esos. La síntesis de millones a los que su gobierno les ha fallado, que ejercen sólo el derecho básico al bienestar, que votan con los pies, que entran en un limbo de ilegalidad y anonimato.

Limpian, sirven, piscan, y viven en el miedo permanente a ser deportados. Agachados entre un gobierno mexicano que les negó las mismas oportunidades en su lugar de origen y un gobierno estadounidense que ha permitido su ingreso, que reconoce sus aportes a la economía, pero que les niega caminos legales para trabajar, y que los usa como blanco perfecto para ganarse aplausos xenófobos en tiempos electorales.

La de Elvira es una vida que sabe a reclamo. Nacida en Maravatío Michoacán, con 6 años de educación formal y 22 años cumplidos decidió irse a trabajar a Estados Unidos. Cruzó ilegalmente la frontera, fue deportada para volver a cruzar unos días después. Vivió 3 años en Oregon, donde se convirtió en madre soltera. En el 2000 Elvira se muda a Chicago y bajo un número de seguridad social falso encontró trabajo limpiando aviones en el aeropuerto O’Hare. En el 2002 fue arrestada en uno de los operativos de seguridad motivados por los atentados del 9/11. Sentenciada a 3 años en libertar condicional, y citada por un juez para ser deportada en 2006. Elvira decide entonces refugiarse en una iglesia junto con su hijo de 7 años durante un año entero para evitar su deportación. Elvira fue deportada hace 2 días.

Elvira se vuelve una suma. El nombre de un país desigual, que igual empuja cada año a cientos de miles a emigrar ilegalmente, o produce al hombre más rico del mundo. El nombre de políticas migratorias absurdas y caducas, que simulan legalidades sólo para permitir el ingreso ilegal de mano de obra barata que no aspire a la ciudadanía. Elvira es el nombre de un proceso de integración económica en Norteamérica que promueve el libre flujo de capitales y bienes pero que se aterra frente al flujo del trabajo. Elvira es el nombre que no se pronunciará en la cumbre trilateral de Montebello, Canadá. Elvira es historia.

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