14.7.07

Eso

He pensado y ha sido maravilloso, el tiempo nos guarda regalitos, pequeños dulces que saboreamos absortos. Lo supe hace poco. Es la ausencia, es el ocio. Uno no se arma desde adentro, uno no es una cabeza que apunta necia hacia el cuerpo, uno no se entiende a solas, en monólogos ruidosos, en aguas quietas que reflejan el mismo rostro estúpido de narcisos caducos. Esto fluye, ¡Todo esto! Y andabamos buscando espejos de donde beber. Qué niños. Niños ciegos que andaban soberbios sin palpar paredes, tan afectos a la caída. Conmovedores. Tampoco era la palabra, disfraz-madre de tantas tardes. Es una simpleza, la vida no camina por el texto, baila en los sentidos. Es una ligereza, necesaria. No soy yo, ni mis palabras, es la vida que corre entusiasmada fuera de mi, frente a mi, para mi. Sí, hay una ironía que no se resuelve, se revuelca juguetona. No hay vida sin mis ojos, y no, no hay sentido palpable sin palabras que le den aliento. Lo sé. Pero no es una trampa, es invitación a razcarle la panza al universo. Undir el rostro en sus olores tibios y permitirnos un abrazo largo y ajustado. Sí, soy uno de tus hijos, puedes hacerme blando y acariciarme la cabeza, soy libre para serme tuyo. ¡Era tan instintivo! Ni dioses ni hombresitos, sobretodo no mas cielos que se yerguen sobre tierras vueltas purgatorios. Basta ver mis manos para entender el tamaño de mis deseos. Todos caben porque pueden tocar, porque la materia roza, razpa, razga, y ama. ¿Soy optimista? ¿Le estoy dando demasiada entrada a la luz? ¿Me encandilé de energia? Puede ser, pero mis risas no son las del hombre sin ataduras que corre descalzo sobre hierbas húmedas, con vientos musicales besando sus ojos. Mis risas son las de un hombre quieto, limitado, constreñido, que encuentra su nombre en otras bocas. Presa de los otros, los objetos acogedores, los niños sabios y torpes, las mujeres inquietas e inquietantes, los hombres necios y acusadores. ¡La ciudad! En todas sus crueldades, en los seres que ha hecho olvidarnos. Un quejido que se pasa amoros de uno en uno, el cirio que nos muestra el rostro hueco de dios. Estamos solos y somos tantas manos, tantas las posibilidades de poseernos y hacernos pedazos, hasta tocarnos. Verdad voluble sobre dos piernas, encantamientos alucinantes entre dos brazos. ¡Soy!

1 comentario:

Alan Ulises Niniz dijo...

Sí, si existe algo incapaz de crearnos culpas, es el ser víctimas de nuestros deseos, porque atender esos llamados nos hace ser más auténticos...(raro que yo lo diga, pero así lo entiendo ahora...y me da gusto)