Zhenli Ye Gon es ya nombre repetido hasta la familiaridad, siempre con una mueca de rechazo. Las relaciones internacionales -la multiplicidad de vínculos entre gobiernos, pueblos e individuos- pasan inevitablemente por el universo silencioso de las percepciones. La concepción del otro a partir de sus orígenes, sus rasgos, su color, su nombre. La reducción del otro a nuestro prejuicio e ignorancia (parejita inseparable). Ye Gon cupo exacto en la serie de percepciones que los mexicanos tenemos de China y sus habitantes. Algo que difícilmente escapa al adjetivo de racismo: excusa para el resentimiento espontáneo y la mofa fácil.
No sabíamos el origen cierto de los 205 millones de dólares, pero sabíamos el origen nacional de quien los resguardaba. Eso bastó. Nos faltó información pero nos sobraron atajos mentales. Ye Gon, sin consideración de su ciudadanía mexicana se convirtió de inmediato en ‘el chino’, de ahí al comentario agrio y la burla pueril el paso fue automático. “Esto está en chino”, porque no hay nada más incomprensible que lo chino. “Se cobró a lo chino”, es que los chinos serán ininteligibles, pero innegablemente turbios. “Se quedó como el chinito, nomás milando”, también pasivos y ausentes, los chinos nos son, sobre todo, ajenos. Todo refrán, toda canción a mano, “en un bosque, de
Agotados los refranes de la chinofobia nacional, bienvenida la burla de pastelazo. Cambiar la ‘r’ por la ‘l’, la declaración del “cooperas o cuello” mutó en “coopelas o cuelo”, porque en el chiste se pierde toda credibilidad (y capacidad de análisis). Las culpas se asignan por opinión.
Aquí no se discute la inocencia de Ye Gon, esa es tarea de
La inmigración china a finales del siglo XIX e inicios del XX generó toda clase de hostilidades, particularmente en el norte del país. Sucios, débiles, viciosos, enfermos, crueles, tales fueron los adjetivos con que se calificaba a los inmigrantes chinos (ver: José Jorge Gómez Izquierdo, El Movimiento antichino en México 1871-1934). Episodios verdaderamente vergonzosos como la celebración en 1925 de
México es hoy una democracia, y los mexicanos nos hemos vuelto efectivamente más tolerantes hacia las diferencias, así lo muestran diversas encuestas. Sin embargo, sobreviven en nuestro país xenofobias y síntomas de rechazo. Los medios de comunicación han sido centrales en la transición mexicana a la democracia, por ello deben también asumir un papel protagónico en la generación de una cultura que rechaza todo síntoma de intolerancia y prejuicio. El caso de Ye Gon trajo a la superficie un poco de ambos, y es que no, no hay prejuicios raciales inofensivos.
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