La democracia, en su definición más elemental, es el sistema político en el que los gobiernos llegan a ser tales mediante la realización de elecciones regulares, justas y cuyos resultados son aceptados por todos los contendientes. Es lo que se conoce como democracia procedimental, un sistema que ofrece certidumbres en los procedimientos para arribar al poder e incertidumbre en cuanto a los resultados.
Por supuesto, una democracia requiere muchas otras cosas para su consolidación, pero sin un sistema electoral transparente, justo y consensuado la democracia simplemente no es. Por ello, las democracias emergentes invierten grandes capitales financieros, humanos y políticos en la construcción de instituciones electorales que garanticen elecciones democráticas.
Entonces, ¿cómo saber cuando una democracia es excesivamente costosa? Un primer paso es comparar costos entre países. Justamente eso es lo que se propone hacer un estudio publicado apenas el mes pasado por el Centro para
De acuerdo con este trabajo, los países de bajo costo electoral gastan entre 1 y 3 dólares por elector por proceso electoral. Ahí se encuentran por ejemplo, Chile ($1.2), Costa Rica ($1.8), Brasil ($2.3) e India ($1). Las democracias más costosas exceden los 3 dólares por elector, ahí se encuentran Rusia ($7.5), Liberia ($6.1), El Salvador ($4.1) y como usted lo sospechará, México ($5.9). Finalmente, los procesos electorales más costosos han ocurrido en países de conflicto reciente en los que el proceso electoral es parte central del proceso de pacificación, entre ellos: Nicaragua en 1990 ($11.8), Angola en 1992 ($22), y Bosnia-Herzegovina en 1996 ($8).
Este es un cálculo que simplemente divide el costo de las elecciones por el número de electores, pero que no considera los costos relativos por país. Así, si comparamos el costo por elector respecto al ingreso per cápita diario la comparación cambia. México estaría entre los menos costosos: el costo por elector equivaldría a 27% del ingreso diario promedio de un mexicano, por debajo de India (46%) o Rusia (40%), pero muy por encima de otros países latinoamericanos como Chile (5%), Costa Rica (14%) o incluso Brasil (15%).
Sí, somos una democracia relativamente onerosa, pero no deben estar ahí nuestras preocupaciones. La pregunta relevante es cómo se está gastando el dinero electoral, y ahí sí hay conclusiones preocupantes (Ver: Eisenstadt y Poiré, 2006). Tenemos en México el encuentro perverso de dos oligopolios, por un lado el de los partidos políticos y por el otro lado el de los medios televisivos: 3 partidos que sumaron el 74% del total de fondos públicos otorgados por el IFE en el 2006 (ordinarios y de campaña) y 2 televisoras que acapararon el 90% del dinero gastado en campañas televisivas. 3 x 2 = partidocracia + spoticracia.
Peor aún, el dinero gastado previo a las campañas oficiales es muchísimo y carente de toda regulación, los gastos en televisión de las pre-primarias ascendió a ¡3.9 millones de pesos diarios! Hasta el 2006, del presupuesto del IFE, dos terceras partes se destinaron a gastos administrativos y de organización electoral y una tercera parte a partidos políticos.
Al fortalecer el sistema electoral, la democracia mexicana generó partidos políticos excesivamente acaudalados y verticales que impiden hoy transitar hacia las urgentes reformas electorales de segunda generación. La decisión de ayer de
No hay comentarios.:
Publicar un comentario