23.5.07

Una buena y una mala (Excelsior 230507)

¿Se imagina que un político de origen mexicano lanzara su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos? ¿Se imagina que este político gobernara un estado de la Unión Americana y fuese un político estimado por tirios y troyanos? Ahora, imagínese que en la misma semana en que dicho político méxico-americano lanza su pre-candidatura a la presidencia estadounidense, hubiese otro, sí, ¡otro político de origen mexicano!, en una posición de alta decisión en Washington pero presionado por el Congreso estadounidense para renunciar a su puesto mediante un voto de no confianza, ¡el primero en más de un siglo!

No hay necesidad de imaginar, eso es justamente lo que está ocurriendo esta semana en Estados Unidos. Por un lado, Bill Richardson, gobernador de Nuevo México lanzó su pre-candidatura presidencial por el partido demócrata. Por el otro lado, Alberto Gonzáles, Procurador General de la administración Bush será potencialmente sujeto a un voto de no confianza por el Congreso estadounidense. Casi imposible recordar una semana en la que dos políticos de origen mexicano ocuparan al mismo tiempo y por razones tan disímiles los titulares de la prensa estadounidense. Curiosamente, en México ambos acontecimientos no han captado ni titulares ni editoriales.

Los contrastes biográficos y coyunturales entre ambos políticos méxico-americanos son notorios. Bill Richardson es hijo de un banquero estadounidense (también de madre mexicana) y su secretaria mexicana. Creció en el Distrito Federal hasta sus 13 años, cuando fue enviado a estudiar a Boston. Miembro de la Cámara de Representantes por 14 años (1982-1996), embajador de los Estados Unidos ante la Naciones Unidas (1997-1998), Secretario de Energía bajo el gobierno de Bill Clinton (1998-2000), enviado especial del gobierno estadounidense en negociaciones internacionales en Corea del Norte, Irak, y Sudan, Gobernador de Nuevo México desde 2003.

Alberto Gonzáles es el segundo hijo (de ocho) de dos inmigrantes mexicanos radicados en Houston, Texas. Gonzáles se enlistó en la fuerza aérea al terminar la preparatoria, estudió ciencias políticas en la Universidad Rice y se graduó de la escuela de leyes de Harvard. Se dedicó a la práctica privada entre 1982 y 1994, cuando llega al gobierno de Texas uno de sus clientes: George W. Bush. Bajo el gobierno de Bush en Texas, Gonzáles fue su consejero, su Secretario de Estado y finalmente, miembro de la Corte Suprema del estado. Ya como Presidente, Bush lo nombró consejero legal de la Casa Blanca y finalmente, Procurador General.

Richardson inicia su carrera a la Casa Blanca con posibilidades limitadas, aunque se le percibe como uno de los posibles compañeros de fórmula de Hillary Clinton para la Vice-Presidencia. Político reconocido, mezcla curiosa de experiencia en política internacional y local, en política energética y migratoria. En contraste, Gonzáles parece tener sus días contados, acusado antes del uso ilegal de la Ley Patriota, así como de ser autor de aquel infame memo que establecía la excepción para los prisioneros de Al Qaeda respecto al Artículo III de la Convención de Ginebra, que prohíbe la tortura de prisioneros de guerra. Gonzáles es ahora acusado del despido por causas políticas de 9 procuradores estatales, las voces que piden su renuncia incluyen ya a congresistas republicanos como John McCain, Arlen Specter y Jim Sensenbrenner.

Así, esta semana, mientras Richardson lanzó su pre-candidatura a la presidencia estadounidense desde Los Angeles; en Washington D.C. las dos cámaras legislativas discutirán la aprobación de un voto de no confianza a Gonzáles, que si bien no es vinculatorio, es una señal terminante para su pronta renuncia como Procurador General. Para México y los méxico-americanos… una buena y una mala.

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