12.12.06

La Condesa (o la condena de querer ser)

Escribí, comí y fumé en la Condesa. Es una condena, no por querer ser, sino de poder ser. En esta ciudad los cafés con inalámbrico se cuentan con los dedos de los pies. Me vi forzado a pensar mi odios al lugar. Es la condena de querer ser. La condesa vive de treintañeros caducos prematuramente. Los no jóvenes con la capacidad de consumo para vestirse, adornarse y laptearse como los cánones del consumo inmediato indican que la juventud se debe vestir, adornar y laptear. Boina, bota, jean old-looking, Ipod, Lap (apple please), chamarrita corta (portada con total indiferencia), gafa gruesa que disfraza de miopia la intencionalidad, mochilita cruzada...
Personajes que encuentran en el disfráz la posibilidad de ser personaje. Orfandad redonda. Orfandad repetida. Orfandad huérfana!
Lo estético pasa por los dígitos. El pasado pasa por la prueba insuperable de la simulación. El mundo es kitch. Esto es, lo que no pasa por la publicidad es kitch. Concepto simplón de quienes desde una occidentalidad asumida asumen que el resto es objeto de indagación curiosa y burlona. Los Tigres del Norte, Laura León, Frida Kahlo, Rigo Tovar, Cepillín, la Sonora Santanera, todo kitch. La cultura viva, como sólo puede ser, es kitch.
Los nacos son kitch también, por mera reducción al absurdo. El naco ha sido despojado de su capacidad de serlo. Lo naco nunca pudo ser real. Lo naco es sujeto de imitación y risa. Lo naco es un mito. Lejano, ausente, que viaja por otros medio, que come otras cosas, que habla de mundos que son igualmente míticos.
La Ciudad de México es una obscuridad. Todo fuera de los límites claros del circuito Coyoacán-Del Valle-Nápoles-Roma-Condesa-Polanco-Lomas-Palma-Interloma-Santa Fé es la nada. Una colección de aglomerados seres que provocan algo entre la intriga y la indiferencia. Ese algo existe.
Conclusión: no más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente nota-crónica-repaso corto de vida. ¿No acaso necesitamos en esta Babilonia ser diferentes al resto? Qué mejor asunto el blanquearnos y dejar de lado los estigmas: no más léperos, nacos, prietitos, que a ellos los eleve y redima la mendacidad que dice "son/somos la raza de bronce" (vaya que suena y se lee bien el marbete).
Por cierto me recuerdo que la Condesa tiene también cloacas y alcantarillas, algunas aunque no se vean, están al nivel de las mesas de los cafetines y restaurancitos con mediocres menúes y pésimo servicio.
Gracias por permitirnos reconocernos en nuestra cotidianeidad urbana.