Nos preocupa, es innegable. La percepción que otros se formen de nosotros nos inquieta. Queremos ser aprobados, reconocidos y hasta queridos. El qué dirán es criterio para comportarnos, para interactuar, pero sobre todo para evadir cuestionamientos, juicios o mofas. En México el cuidado de nuestra imagen al exterior fue central bajo el régimen de partido hegemónico. El PRI fue un maestro de la imagen. México se veía como un país ordenado, estable y progresista. Pocos regímenes no democráticos se han ganado niveles de aprobación y reconocimiento internacional como el mexicano.
A la toma de protesta de los presidentes priístas acudían los líderes de casi toda América Latina, incluido Fidel Castro, y su cobertura en la prensa internacional tenía siempre un tono de moderada aprobación. En el 2000 el tono cambió a franca celebración. La prensa internacional escribía con alegría por el síntoma más claro de la transición democrática mexicana. Las imágenes del 1 de diciembre del 2000 mostraban un México festivo, el primer Presidente de la oposición sonriente en la tribuna del Congreso y los congresistas de la oposición en calma aprobatoria.
Dicen que una imagen cuenta más que mil palabras, y dicen bien. La fotografía más repetida en la prensa internacional del 1 de diciembre del 2006 no muestra un México festivo. En ella se ve a un diputado del PRD con chamarra de cuero y pantalones de mezclilla, un silbato en la boca no se sabe si para tener voz propia o para acallar otras voces, que forcejea con una diputada el PAN, perfectamente peinada y vestida para la ocasión. Forcejean sin mirarse.
Una de las angustias recurrentes en México en torno al pasado 1 de diciembre, ha sido su impacto en nuestra imagen al exterior. Lo cierto es que la cobertura internacional fue más bien tibia. Aparentemente no sólo los mexicanos estamos fatigados de la puesta en escena que hemos visto desde el 2 de julio. Las notas de los diarios internacionales se limitan a lo indispensable, aunque acompañan la información en sus sitios de Internet con toques multimedia: galerías de fotos con diputados gritando, empujando o ambos; y videos que muestran a Felipe Calderón tomando protesta entre silbatos o bien a López Obrador en el Zócalo gritando al cielo.
El New York Times confirma que nunca en la historia reciente mexicana hubo una toma de protesta similar y subraya que la ceremonia duró sólo 4 minutos. El Washington Post enfatiza que el Presidente Calderón gobernará en un país divido y por ello afirma que no ignorará las razones detrás del quienes votaron por otra opción. La cadena CNN entrevista al ex presidente estadounidense George Bush quien no se declara preocupado por la situación porque al final “todo va a salir bien”. Por su parte, el gobernador de California bromea que lo visto desde las alturas de
Junto con la narración tragicómica de la toma de protesta, los medios internacionales también contaron a detalle otra historia. La de un país con instituciones políticas deficientes, que inhiben la representación política plena y la rendición de cuentas. La de un país desigual, pobre e inseguro. La de un país que exporta mano de obra como ningún otro. La de un país maniatado por los monopolios públicos y privados.
Ante el mundo México tiene un cuerpo adolescente, en transición, con partes que crecen a distintos ritmos, coyunturas que duelen, rebeldías que despiertan y, con suerte, futuros que sanan.
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