25.8.06

La Gimnasia y la Magnesia (Publicado en Excelsior, 16/08/06)

Los procesos electorales en América Latina han evidenciado un profundo debate ideológico. La confrontación de dos visiones polarizadas y polarizantes, ‘neoliberales’ versus ‘neopopulistas’. México no ha escapado a esta división. La elección del 2 de julio, según nos dicen los expertos, dejó un país dividido y polarizado. Nos angustia la imagen del mapa electoral que muestra una división tajante entre un Norte azul y un Sur amarillo.

Esta angustia está mal dirigida, es como quien se preocupa por que le duele la cabeza cuando tiene cáncer cerebral. El problema central en México es que somos un país inaceptablemente desigual. La dispersión en el nivel de bienestar de la población es inmensa.

Por ejemplo, el ingreso per cápita promedio en el 2000 en el municipio más rico del país era de 32,877 dólares (San Pedro Garza García, Nuevo León), mientras que en el municipio más pobre era de sólo 149 dólares (Santos Reyes Yucuna, Oaxaca). Esto significa que el ingreso de un habitante de San Pedro Garza García equivale al de 221 habitantes de Santos Reyes Yucuna. La diferencia es similar a la que existe entre Suiza y Sierra Leona.

Esta desigualdad tiene consecuencias deplorables. La prevalencia de desnutrición crónica en el sur del país es de 29.2%, mientras que en el norte es del 7.1%. El porcentaje de niños que trabajan es del 36.3% entre la población indígena y del 12.9% entre la población no indígena. La tasa de mortalidad en menores de 5 años en el 2003 era de 32 por cada mil nacimientos en Chiapas y de 15 en Nuevo León. La razón de mortalidad materna por cada 100 mil nacimientos era de 102 casos en Chiapas y de menos de 20 casos en Nuevo León. El porcentaje de ocupantes en viviendas precarias en Aguascalientes era de menos del 5%, en Guerrero era superior al 25%. En la delegación Benito Juárez el promedio de escolaridad es de 12 años terminados, en Santa Maria la Asunción (Oaxaca) es de 1 año.

La pobreza genera pobreza y apostarle únicamente al mercado es una ilusión. Entre 1994 y 2004 mientras que las exportaciones crecieron a tasas del 10% anual, el empleo lo hizo a tasas del 2.30%. Esos son los saldos preliminares del TLCAN. El esgrimido ‘efecto de goteo’ del ingreso es nulo: en 1994 el índice de desigualdad (Gini) era de 51.5, en 2004 era de 53.1.

El mercado no resuelve la pobreza sin la intervención del Estado. Del mismo modo, no hay polarizaciones ideológicas sin desigualdades socioeconómicas. La oferta ideológica es inútil sin la demanda social. En México el discurso maniqueo de López Obrador, ese mundo partido entre ‘los de arriba’ y ‘los de abajo’, hubiese pasado de noche si no fuéramos efectivamente un país tan desigual. Y ese es un problema de gobiernos, no de ideologías.

Con los datos disponibles sabemos que Felipe Calderón ganó en 741 municipios y López Obrador en 1041. Si dividimos al país en sólo dos categorías, municipios pobres (marginalidad alta o muy alta) y municipios ricos (marginalidad media, baja o muy baja), veríamos que el 65% de los municipios que votaron por Calderón eran ricos y que 55% de los que votaron por López Obrador eran pobres. De los 376 municipios con marginalidad muy alta, en el 45% ganó López Obrador contra un 15% de Calderón. En contraste, de los 245 municipios con marginalidad muy baja, Calderón ganó el 55% y López Obrador el 35% (18% sin quitáramos a los municipios del Valle de México).

Esta aparente división electoral es un dolor de cabeza, pero por ser sintomática de la profunda desigualdad en México. No confundamos la gimnasia con la magnesia.

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