17.5.06

El perro de las dos tortas (Publicado en Excelsior, 17/05/06)


El discurso del Presidente Bush el pasado lunes sorprendió a pocos y molestó a muchos. Bush se presentó como el abogado de un punto intermedio entre las posiciones encontradas del Senado y la Cámara de Representantes, un punto medio entre la deportación y la ciudadanización de los trabajadores ilegales en Estados Unidos. Por un lado, Bush se mostró compasivo con los inmigrantes ilegales a quienes consideró “gente buena y trabajadora”. Por el otro lado, Bush aceptó que existen problemas de seguridad fronteriza, y ordenó el envío de 6,000 soldados de la Guardia Nacional a la frontera con México.

Otro punto medio desesperado, no se trata de una militarización de la frontera con México, sino de una medida administrativa en la que la Guardia Nacional apoyará por un año las labores de la patrulla fronteriza. Discurso ilusorio para convencer a un gobierno mexicano dispuesto a ser convencido. Bajo cualquier óptica, se trata de una movilización de tropas y pretender que ello no tiene efectos en la relación bilateral es infantil.

Lo cierto es que las opciones del Presidente Bush no parecen ser muchas. Priorizar únicamente la seguridad fronteriza compromete el apoyo de votantes independientes e hispanos. Dar posibilidades a una amnistía pone en riesgo el voto de los sectores conservadores, la base de apoyo más importante del Presidente Bush. No hay opción ganadora. Se reduce todo a un control de daños, un juego de señales: deja entrever que está a favor de una amnistía pero indica que la seguridad fronteriza es tema urgente. Curiosa conclusión, los ilegales que ya están aquí son necesarios y benéficos, los que no han llegado son una amenaza a nuestra seguridad.

Conclusión compartida por la población estadounidense. De acuerdo a una encuesta de Los Angeles Times, 54% de los entrevistados están a favor de un programa de trabajadores temporales, 66% a favor de la posibilidad de que los inmigrantes ilegales adquieran eventualmente la ciudadanía y 74% aprueban la presencia de la Guardia Nacional en la frontera. Estados Unidos es un país que se debate entre la legalidad y la indulgencia. Entre el miedo y la necesidad.

Curiosamente la percepción de liberales y conservadores respecto a la propuesta de Bush es muy similar: es temporal, no resuelve el problema de fondo y genera costos significativos. Para algunos liberales la movilización de tropas a la frontera no detendrá el flujo migratorio y sí obligará a los migrantes a buscar rutas de cruce más peligrosas. Para algunos conservadores la seguridad fronteriza es inútil si al mismo tiempo se perdona a quienes infringieron las leyes migratorias. Del discurso de Bush, los primeros sólo escucharon ‘seguridad fronteriza’ y los segundos ‘amnistía’. Bush quizo calmar ambos bandos y logró sólo confirmar sus enojos.

El hecho es que Bush tiene el nivel de aprobación más bajo en décadas. Al inicio de su sexto año gobierno Clinton tenía un 64%, Reagan 46% y Nixon 44%, Bush está en 29%. Un Presidente en tales condiciones tiene dos opciones, cuidarse o arriesgarse. Un Presidente sin posibilidad de reelección y con tan poca aprobación puede darse el lujo de tomar decisiones de Estado correctas aunque sean impopulares (good policy, bad politics). El tema migratorio debe ser regulado dentro del TLCAN. Vecindad es destino, como lo es la complementariedad económica de nuestros países. Así lo entendió Bill Clinton cuando sin apoyo del Congreso y la ciudadanía aprobó un préstamo por 20 mil millones de dólares a México en 1995.

No hay comentarios.: