15.9.08

Aquí el absurdo


Está bien, te voy a contar la historia del absurdo, que es una bitácora de paréntesis. Un monumento hermoso a lo irrelevante. Empieza con los silencios. Te sientas cómodo en un sillón y callas todo. Miras como quien algo quiere decir. Abres preguntas. Ríes conforme y tarareas canciones. Eres tan simple y es tan bonito. Quien calla tiene siempre el beneficio de la combinatoria de sentidos, quien calla puede ser el universo. Un vallesito en el que aquel pueda correr, rodar y hasta acostarse. Una posibilidad: todo. Ahí entran de puntitas las palabras. Las primeras. Muros tempranos para andar a ciegas. Están hechos para golpearse placenteramente y engolosinarse con los moretones. Mira, aquí estoy. Un paso, otro, eso es, ahí vienes, otro más, casi llegas, no te espera nada, pero es alucinante creer que tienes mi mano llevándote. Sí, mejor riamos, es todo tan torpe y tan poco conmovedor. Al lado, en el otro pasillo derecho, está lo violento. Una criatura insolente y aburridísima, que se disfraza de huérfana para poder gritarle a quien lo quiera lo huérfana que es. Un párrafito estéril que han escrito miles y mantiene su poder de ternura. Ahí caes automático, porque es cálido sentirse el que abraza y rechaza en mismos montos. Quieres acabarla a golpes y quieres curarle todas las heridas. ¡Es tan obvio! Cómo no rendirle rutinario homenaje. Uno se inventa esas confusiones porque son indispensables para los simuladores. Casi vivos, casi sentimos, casi somos, esto casi es una historia. Empiezas a entender, ¿no? A la izquierda, otro pasillo, éste más amplio y mejor pavimentado. Se llama indolencia. En ese vive el señor de la ternura inconsecuente. De ahí vengo. Sus paredes son acolchonadas, para rebotar reiteradamente y quedarse dormidos, fatigados de rebotes y texturas tan suaves. Los tres pasillos son intercambiables, perfectamente compartamentalizados, con múltiples puertas y ventanas, espacios comunes. Aquí nada sobra. Dispuestos los pasillos y las primeras palabras, es el momento de un par de pataleos. Era previsible. Uno insiste en ponerle nombres a los entusiasmos, y de regreso, emociones a los textos. Obsesión por lo circular. Los héroes que no sufren no merecen ser leídos. Entonces te vuelves devoto de devotos y sientes que tus brazos abarcan la ciudad y les sobra para abrir las manos y hacerle cosquillas en los sótanos. Reclamas discreto lo que no puede ser tuyo. Por eso, porque no puede ser tuyo pero del reclamo es el reino de los desposeidos. Es el segundo acto de las palabras. Ya más envalentonadas y burdas, ahora sí se refieren a objetos precisos y al llamarlos les cavan tumbas. Nombro lo que merece morir en cuanto es dicho. Nadie puede tolerar su sonido. Malditos quejidos de débiles, y peor, honestos. Un asco. Entonces queda clausurar pasillos, y regresar al silencio. Que hablen los imbéciles. El absurdo es la historia de un segundo, cientos de imágenes que no merecen ser contadas. Me conté la película completa. No tienes nada que aportar a tu personaje, te puedes ir al carajo.

1 comentario:

DESENTENDIDA dijo...

Me podrías contar más sobre esto?
Quien es el autor, que significa. únicamente me quede con las sensaciones...