6.6.06

¿Homosexuales o ciudadanos? (Publicado en Excelsior, 07/06/06)

George Bush regresó a las andadas. Como estrategia para recuperar el apoyo de la base conservadora que reprobó su iniciativa de reforma migratoria, Bush toma ahora (por tercera ocasión), la bandera de la lucha en contra del matrimonio gay. En su discurso del pasado lunes Bush declaró sin pudor que el asunto “necesita ser alejado de los jueces excedidos y regresado a donde pertenece, a las manos del publico estadounidense”. De acuerdo con el Presidente Bush sólo una enmienda constitucional que prohíba el matrimonio gay puede “proteger por completo al matrimonio”. Esto claro, dado que el matrimonio entre un hombre y una mujer es la base de la familia y la civilización. Mueves un tabique y se nos cae entero el edificio civilizatorio.

Lo que Bush nos dice es que el matrimonio es un asunto moral, que debe por tanto ser definido y restringido a partir de su valoración social. Lo que a Bush se le olvida es que el Estado democrático es un agente legal, no moral. Por supuesto, las leyes tienen sustentos éticos, pero ética y moral no son la misma cosa. La moral describe el conjunto de valores conductuales de una colectividad, la ética explora y cuestiona los fundamentos de dicho conjunto. La propuesta de Bush no es ética en tanto impone una concepción única de moralidad. La suya es una propuesta de moralidad religiosa, no de ética legal.

El matrimonio gay es un asunto de Estado, no de moralidades. Si todos los ciudadanos de un Estado democrático son iguales ante la ley, la preferencia sexual no debe ser un criterio que niegue dicha igualdad. El problema radica en la incapacidad para separar lo que es moralmente debatible y lo que es legalmente injusto. La Suprema Corte de Justicia de Massachussets afirmó “…sin el derecho a elegir con quién casarse, a las parejas del mismo sexo no sólo se les niega plena protección legal, sino que son excluidas de la experiencia humana plena”. En otras palabras, no se puede estar en contra del matrimonio gay sin consentir al mismo tiempo que hay ciudadanos de segunda clase y que el valor de un ser humano es relativo a sus atributos.

Así, desde el Estado el matrimonio es la unión legal de dos adultos que consienten en sus afectos y sus implicaciones legales. La ironía es obvia. Si la propuesta de Bush niega toda unión legal entre personas del mismo sexo, esto implica derechos desiguales. Por otra parte, si restringe el matrimonio a parejas heterosexuales, pero permite uniones civiles a parejas homosexuales, ello implica que podemos distinguir entre elementos legales y morales del matrimonio, y lo que es peor, pondría al Estado democrático como garante de los segundos. A eso en mi pueblo le dicen fundamentalismo.

La buena noticia es que la propuesta de Bush no prosperará. Para una enmienda constitucional se requiere el voto a favor de dos terceras partes de la Cámara de Representantes, el Senado y los estados de la Unión. Los demócratas se han manifestado ya en contra, y sin ellos no hay posibilidades. Así, el asunto regresará a las Cortes judiciales, tradicionales válvulas de escape a la presión moralizante. La mala noticia es que en México el tema ni se debate seriamente, es usado sólo como pregunta incómoda para los candidatos. Queda quizás la misma opción, ahora que la Suprema Corte de Justicia de nuestro país decidió que los matrimonios con validez civil en otros países deben ser reconocidos en México, veamos qué sucedería con una pareja gay mexicana que se case en Holanda, Bégica, Canadá o España y quisiera validar su matrimonio en México. En una de esas ser homosexual y ser ciudadano dejan ser de categorías excluyentes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sr. Merino: Estoy completamente de acuerdo con su artículo ¡Qué raro! ¿verdad?. Será que nunca me he casado por ninguna ley, precisamente porque éstas me parecen en algunas casos, un poquito tendenciosas. No hay Ley sin justicia