8.3.06

Un mes y es miércoles

El Tiempo

¿Cuánta libertad podemos darle al tiempo?, el tiempo como presencia tirana, el tiempo que todo devora y todo vuelve irreversible. En él, todo permanece, los mínimos detalles se vuelven inamovibles. Yo mismo soy fijado repetidamente, a cada segundo una imagen mía es adherida a mi historia. ¿Quién soy yo hoy comparado con el que era hace un mes? ¿Cuánto se fue? ¿Cuánto quedó de ayer a hoy? ¿Qué imágenes, qué verdades se repiten aún cuadro a cuadro? Y tú, ¿en qué te has estado convirtiendo por fuera y dentro de mis ojos? ¿Cuáles las cosas mías en ti que sobreviven ingenuas? Yo, hoy, cambiaría todas las calles, casi todos los rostros de esta ciudad vedada por tus labios. Por el gusto sereno y urgente de tu boca. Hoy, también, mis ganas se han asentado en el fondo de la espera, y en la superficie apenas logro adivinarte, apenas, a penas. Hoy, mi saberte-amado-por-mi es de bordes. Mis-tus imágenes van-vienen, mis palabras voltean solas, autómatas, desobedientes a mis deseos, amarradas a verdades que creen ser dichas, que mueren por morir sobre tus sentidos, acostadas. El tiempo físico, el tiempo nuestro, un tiempo humano, creciente, amoroso y puro. El tiempo en paréntesis, el recién pasado, el que es aún ahora, ha sido también un tiempo perverso, un tiempo también de verdades a solas estando-los-dos-aún, un tiempo repleto de angustiosos y silencios te quieros y sigilosos vacíos que se crecen y que no encuentran acomodo. El tiempo que viene, el que nos llevará de aquí al otro tiempo físico, nuestro posible tiempo de verano, es un tiempo de residuos, un tiempo sin lógica propia, un tiempo de calma y espera, quizás de indolencia (que se sabe, es placer), un tiempo apenas para flotarnos. El tiempo futuro, el gran tiempo, los días que esperan ya agitados, ese somos nosotros y en nosotros encontrará su rostro. Sí, el tiempo ha sido poco. Sí, también ha sido mucho, porque es relativo y porque ha bastado para llenar y dar razones. ¿Cómo medir el tiempo entonces?, ¿para qué? La intensidad de nuestro tiempo físico, medido en horas y entregas, en un promedio de besos y palabras multiplicados en minutos, equivaldría quizás a muchos meses encaramados torpemente, más conforme con nuestros pasados. Esto, por supuesto, es una broma, de nuevo, no mía, ¡del tiempo!...


El Cuerpo

El cuerpo, éste, el mío, se despierta en las mañanas sabiéndose ausente. Es un cuerpo casi acostumbrado a su incompletitud. Un cuerpo sin materia-presencia, contándole de sus contornos, de sus formas posibles sólo en el movimiento de manos, no mías. Mi cuerpo duele, se duele, y se ríe de inmediato, en contorsiones, se encuentra felizmente vulnerado. Ejerce la libertad básica -¿Única?- de perderla voluntariamente. Mi cuerpo, hoy, ocupa espacio, es materia viva, palpitante, que respira y calla, atento a los dictados de una cabeza obstinada. Es también un cuerpo atemporado, alzado apenas entre lo vivido y lo que quiere vivir. En este mi cuerpo, tiempo y espacio son fantasmas infantiles, cargados de bromas y lenguas agitadas que procuro ignorar. Es un cuerpo colmado en sus requisitos diarios, no en sus apetitos. Anda con sus dos piernas cautivas, saluda con sus dos brazos serviles. Y es un cuerpo feliz. No suda, no a solas. ¿Cómo siente el cuerpo allá? El mío te recuerda siempre, sin mi consentimiento. Este cuerpo te busca lo mismo que yo. Añora, se repliega en ausencia, se extiende jugando a mostrarse a tu boca, aguardando un beso, uno sólo que le dé calma y lo devuelva. Sueña con piel acoplada en su espalda, con rostro pegado sobre la nuca, regalando generoso tu aliento. Yo lo dejo ser, ¿cómo negarle sus propios medios? ¿Cómo negarle el derecho a su inocencia? Es un cuerpo maduro, cargado de historias y renovado en ti. Un cuerpo acumulado para ti, sin ti, estando sin tu estar. Es hoy, mañana será quizás otro mi cuerpo, otros sus modos...


El Espacio

Hay tantos lugares posibles para observarnos en lejanía, lugares seguros, lugares cálidos, lugares inciertos, lugares frívolos. Hay tantos posibles ojos, miradas cambiantes. Moverse de la calma a la inquietud. El espacio pesa, el espacio agrega y sustrae, al mismo tiempo. Lo que pesan dos montañas. La distancia es un entrejuego en el que la mente y los sentimientos riñen y se concilian permanentemente, en el que la jornada mesurable poco se parece a la jornada perceptible. Entre sus mayores degeneraciones, el espacio nos presenta como imágenes sublimadas, cargadas de un pasado tibio en el que la distancia era sólo una idea (doliente, futura), de lo vivible. En el que el silencio nos era cómodo porque era una forma alternativa de decirnos. El espacio también nos presenta inmaculados en el futuro, tan lleno de humo, definido desde las voluntades, desde lo que queremos ser, de lo que posiblemente ya somos. Somos fe, o lo soy y me basta. En el espacio y sus marchas, las palabras son necias, neciamente toscas, estas mismas palabras que ahora escribo, que ahora lees, se saben insuficientes y se entregan aún a procurar llenar los huecos. Son medio, hoy. Su virtud es poder viajar en el tiempo y permanecer ilesas, saltar en los espacios velozmente, llevándote un pedazo de mí. ¿Cuánto sería el espacio sin ellas? ¿De qué enormidades sus compuestos? En ti, el espacio es relativo porque no afecta los interiores, y yo concuerdo. Pero esos interiores merecen ser piel, merecen ser puestos de cabeza a nuestros ojos. Ay la semana…


La palabra

Sospecho que yo confío menos que tú en las permanencias involuntarias, en las cosas que no se inmutan al tiempo y la distancia, a la cruel combinación de ambos. Confío menos o preciso más. Preciso hoy. Yo creo en nuestras potencialidades de fabricar espacios y tiempos alternos, llenos de diarios, de blanduras, de sentimientos que van y vienen, que hablan de su existencia y proveen calma. Tus calmas son solitarias, las mías son dialógicas, son calmas contigo o no son. Yo ya he sido yo mismo demasiado tiempo, en eso quizás diferimos. Tú luchas por parar en ti al tiempo, permanecer duramente joven, regresar de ser posible a los ojos cerrados. Lo abres, descubres, los cierras, das un paso, contemplas, regresas. Yo, en cambio, me forcé a adelantarme al tiempo, a formar una imagen fosilizada de mi, lista para ser todos los mañanas. Hoy no sé con certeza qué hacer con ella. Un monstruo de papel y tintas y palabras como éstas. Nuestro encuentro, esos dos caminos que se orientan dóciles hacia el mismo destino es pues, una complicidad del tiempo y el espacio, que dan cabida a dos cuerpos disparejos que se aferran a estar. Así sea. Yo amo tu niñez. Quédate infante, pero quédate. Sea la nuestra, una historia de asimetrías que se compaginan exactas para dar cuerda a los contenidos. El espacio es también indulgente. Lo es porque no todo en él es la distancia física, hay también espacios subjetivos, los que nosotros mismos creamos en nuestras acciones, u omisiones. Esos son los maliciosos, los resbaladizos, los temibles. Yo los mantengo a raya, los combato a diario con mis palabras, mis llamadas, la ventanita esa de los encantos, los medios que he encontrado para hacerme sentir contigo. El silencio a veces se me ha presentado como una salida sencilla. Callo, otorgo. Hablo, muestro. Mis acciones me han vuelto vulnerable ante ti, de eso se trata amar, al menos amar del modo que yo te amo, del modo que yo nos entiendo. Lo dije ya y no lo sabes, cómo suena, te amo. Si yo callara entre tus brazos, pudiendo tu observar mis ojos cerrados junto a mis labios igualmente cerrados, eso sería placidez pura. Si callamos en lejanía, con el espacio tapando nuestras bocas, impidiendo nuestras manos, el mañana se compromete. Yo se de los mañanas, se que vendrás y la mitad de esto que escribo será el ridículo. Lo se, pero hoy es hoy y hoy esto que escribo es el sentido. Yo soy distinto, yo soy volátil, yo reacciono y no soy el mismo en el tiempo y en el espacio, mi cuerpo es dócil, yo no. Yo te traigo en mis manos, cuidando no perderte, cuidar junto a ti de tu niñez. No quiero ser un Quijote peleando feroz contra molinos de viento, quiero reconocerlos y abrazarlos, contigo. En esta historia debe haber dos. Sin dos lo que queda es ninguno.

Yo (hoy lo se) te amo.

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