28.4.09
De puntitas
Por si hiciera falta (a pecho comprimido) salgo a teclear de escondite elegido que bien arropa días de tranquilidad y muda no uso comas por voraz indolente que no procura textos exigentes pero vive (criatura) entre textos exigidos por mano izquierda (derecha amarrada) que sostiene al tiempo cigarro y a veces cerveza que abre los ojos y promueve sonrisas y deja vida en cerrados capítulos (a encuentro de pechos inflamados) que éramos o más preciso tiempo hemos sido en combinaciones de dos y tres y cuatro y algunos mas (entre mudas) ya (ahí iría coma) que no pasa nada que no quepa bajo cobijas y nada en este cuello revela (a ninguno) ando siendo año de mes en mes como decisión iterada de lo mismo porque de los torpes será el reino del encanto y encantado estoy de escondites y banquitas compartidas (a sus horas) todo por dejar rastro en vaya a saber qué veredas (¿o serán brazos?) de puntitas para evitar turbas (¿o serán parvadas?) de puntitas pues de mes en mes y un poco exhaustos habrá que decirlo (necesario respiro aquí) que anda uno queriendo plantar aquellos pies por miedo de acabar saltando en un pie viendo con un solo ojo (dijera canción memorable) no por castigo de dioses (prematuros) sino como premio de manos amarradas junto a manos libertinas que sueñan con aplaudir (sobre un rostro) luego entonces huelo que no hacía falta y regreso (criatura) a conocido escondite que bien arropa(.)
16.4.09
Cáscara
Al principio, un pensamiento. Detrás del pensamiento, fuente creadora, materia con una evidente idea: ser.
Dentro del pensamiento, el mundo.
Montañas que dan ríos que dan frutos que dan hombres que pasados miles de montañas, ríos, frutos y hombres, me dieron cuerpo y nombre.
Soy el fin del pensamiento: lo pienso.
Aunque liso, tortura, cambia su forma y dimensión, nos estira cuando aspira a nuevos mundos y crece horizontalmente (brazos van), nos estrecha cuando explora lo creado y crece verticalmente (cabeza tan lejos de pies).
Vivimos sin dios ni dioses.
Alguien dijo, “nació el salvador y murió en la cruz por nuestros pecados”, alguien más agregó, “se llama Jesús y es el hijo de Dios en la tierra”, juntos sentenciaron, “están el padre, el hijo y el espíritu santo”.
Yo los oí.
Arropé el pensamiento original (soñé que sin ver no hay pensamiento completo), me arrodillé entre cientos como yo, tuve fe.
Mil novecientos setenta y seis años creí en el dolor como camino al que no tiene materia, flotaba sobre pensamientos-que-no-tienen-fin, quería ser idea que medita sobre sí misma.
Hablé de la libertad como la ausencia de cuerpo y nombre.
Entonces, mil novecientos setenta y siete años, amé y fuera de mi cuerpo y el suyo nada cabía. Voz faltaba para repetir los dos nombres.
Evidente idea: ser.
Dos fue el número primero (no hay uno), y desde él, hemos sumado cientos. De su encuentro con otros nombres yo soy y le doy aquellos a quienes sólo yo disfruto.
Entendí que el hijo de Dios era un dibujo dentro del pensamiento original, una trampa para regresar a un cuerpo finito y creciente. Lo desarropé y vi que soñar es el pensamiento completo.
Evidente idea: ser.
Es un cuerpo con nombre que medita sobre sí mismo y consume voráz otros cuerpos y nombres.
La libertad es ser devorado.
Al final, un pensamiento.
6.4.09
Vorágine
Sobre todo duele.
Aunque la última vez que lo vi dudé por primera vez, siempre me pareció ridículo que Christian Gaudí pudiera ser vencido por una enfermedad, me parecía realmente un sinsentido, otra cosa que se acumula en las 'cosas que no pasan', como que te chelas toda la noche en un antro o que tu casero te diga un mes, "éste va por nuestra cuenta".
Christian se me apareció en octubre del 2007 y se me convirtió en criatura indispensable. Le debo palabras, calles, muchas risas, un par de enojos, una revolución. La ciudad que viviré en lo que me reste le deberá a él varios de sus sentidos y sus colores. Él me la re-presentó. Siempre le hacía el chistín que a él, como a ciertas mujeres terribles de la literatura, no lo conocías, lo adquirías (como enfermedad, no como objeto): 'me está dando Gaudí' le gritaba, y él, estando en el centro del momento, se crecía a risas.
Christian era mi amigo. Mio.
Lo vi por primera vez en las escalinatas de Bellas Artes, llegó con un abrigo cuquísimo y el pelo alborotado, creo que le sonreí antes de decirle hola. Despertaba ese tipo de reacciones. En mi casa, mientras escuchábamos un disco de Rita Pavonne, que claramente le desagradó, me contaba lo molesto que le resultaba ser admirado por todos su amigos por ser un escritor tan prometedor y soltaba una carcajada que me decía, "sabes que miento, pero soy encantador".
Sí, mentía y era encantador.
Nos regalamos unos meses de complicidad. Fue temporada exacta. Salíamos solos, platicábamos y fumábamos impulsivos, íbamos al cine (mucho cine), chupábamos en el Internet o en el Cabaretito hasta la incoherencia, y rematábamos en unos tacos.
Un día sí y otro no, para guardar las formas. El resto del tiempo recapitulábamos en el messenger, 'gloriboxp says...'
Y era el libro que leía, alguna pelea con algún prójimo, lo poco que le importaba ir a clases pero lo mucho que le importaba su clase de filología, sus ideas para decorar el 'cuarto de drogas' en su departamento de Victoria, lo desordenado que podía ser Víctor Altamirano y las pocas veces que llevaba su ropa a la lavandería, y de inmediato un "comemos juntos? quieres?"...
Aunque Christian ofrecía infinitas versiones de si mismo a los demás, era fiel y generoso a su naturaleza.
Su cara se convertía en un niño de 12 años implacable cuando le pedía que manejara La Carmela (mi camionetón), comía con un entusiasmo envidiable y despertarlo en la mañana era un suplicio que se alargaba más de 20 minutos.
Era un volado.
Te decía 'wapo' y te dejaba al minuto siguiente un aguijón en la espalda, se reía con la boca totalmente abierta y remataba con una queja amarga sobre un edificio de la ciudad, se quedaba en silencio unos segundos y luego afirmaba convencido, "ay creo que ya no quiero escribir güey, ya me repito".
"Ay Merino, es que tú no me tienes ni tantita paciencia", me decía cada vez que lo cuestionaba, yo veía a un amigo que se quedaría en mi vida por largos años y al que en realidad le toleraría casi todo. Él lo sabía.
Christian era una vorágine y con ese nombre permanece en mi teléfono.
Amaba escucharlo lleno de una idea, hablaba con total convicción sobre un proyecto, no había espacio para dudas, ahí estaba su pasión, yo amaba creerle y pensar 'este tipo es capaz de cualquier cosa que se proponga'.
Lo era, sólo se aburría de un mismo propósito a la vez.
No importaba, siempre quize hacer cosas con él. Escribió dos textos redondos para una edición especial que saldría en El Centro cuando Fidel Castro muriera (muy mal chiste). Los publicaré cuando Fidel muera a nombre de Vorágine.
También para el Centro me regaló dos textos inéditos, uno lo re-editó hace muy poco bajo el nombre de Ciudad Mutante, el otro, titulado "Eco en los muros" está apenas publicado en eldefe.com.
La última vez que lo vi fuera del hospital grabamos un piloto para la versión radio de eldefe.com, en el que defendió a capa y espada a algunos diseñadores del mundillo de la moda en la ciudad, enfundado en un chaleco militar fashion. Nunca se lo dije, pero me alegraba mucho que aún en los peores momentos de su enfermedad siguiera siendo esa criatura insolente y soberbia, ¡una pinche fortaleza! (jamás una fortaleza pinche).
Para la loncheria.com le pedí una columna de socialité, que teníamos pensada originalmente para El Centro, a él meterse en el personaje le generaba un brillo maligno en los ojos, "sí güey, a hüevo, perrear mucho, ¿va?"
Va Christian.
Va porque no puedo entender que no estés. Va porque quiero seguir hablando de cositas contigo. Va por estas banquetas que, como le dije alguna vez a Víctor, sin ti serían un poco absurdas. Va porque quiero cantar contigo canciones de Gloria Trevi o Laura Pausini otra vez, muchas veces. Va seguir con aquellas lecciones de cumbia que te empecé a dar en El Viena. Va porque me seguiré sentando a comer en el Café Trevi y el lugar es tuyo. Va porque iré a Mexcaltitán y será exactamente como lo planeamos.
Va Christian, todo va.
Aunque la última vez que lo vi dudé por primera vez, siempre me pareció ridículo que Christian Gaudí pudiera ser vencido por una enfermedad, me parecía realmente un sinsentido, otra cosa que se acumula en las 'cosas que no pasan', como que te chelas toda la noche en un antro o que tu casero te diga un mes, "éste va por nuestra cuenta".
Christian se me apareció en octubre del 2007 y se me convirtió en criatura indispensable. Le debo palabras, calles, muchas risas, un par de enojos, una revolución. La ciudad que viviré en lo que me reste le deberá a él varios de sus sentidos y sus colores. Él me la re-presentó. Siempre le hacía el chistín que a él, como a ciertas mujeres terribles de la literatura, no lo conocías, lo adquirías (como enfermedad, no como objeto): 'me está dando Gaudí' le gritaba, y él, estando en el centro del momento, se crecía a risas.
Christian era mi amigo. Mio.
Lo vi por primera vez en las escalinatas de Bellas Artes, llegó con un abrigo cuquísimo y el pelo alborotado, creo que le sonreí antes de decirle hola. Despertaba ese tipo de reacciones. En mi casa, mientras escuchábamos un disco de Rita Pavonne, que claramente le desagradó, me contaba lo molesto que le resultaba ser admirado por todos su amigos por ser un escritor tan prometedor y soltaba una carcajada que me decía, "sabes que miento, pero soy encantador".
Sí, mentía y era encantador.
Nos regalamos unos meses de complicidad. Fue temporada exacta. Salíamos solos, platicábamos y fumábamos impulsivos, íbamos al cine (mucho cine), chupábamos en el Internet o en el Cabaretito hasta la incoherencia, y rematábamos en unos tacos.
Un día sí y otro no, para guardar las formas. El resto del tiempo recapitulábamos en el messenger, 'gloriboxp says...'
Y era el libro que leía, alguna pelea con algún prójimo, lo poco que le importaba ir a clases pero lo mucho que le importaba su clase de filología, sus ideas para decorar el 'cuarto de drogas' en su departamento de Victoria, lo desordenado que podía ser Víctor Altamirano y las pocas veces que llevaba su ropa a la lavandería, y de inmediato un "comemos juntos? quieres?"...
Aunque Christian ofrecía infinitas versiones de si mismo a los demás, era fiel y generoso a su naturaleza.
Su cara se convertía en un niño de 12 años implacable cuando le pedía que manejara La Carmela (mi camionetón), comía con un entusiasmo envidiable y despertarlo en la mañana era un suplicio que se alargaba más de 20 minutos.
Era un volado.
Te decía 'wapo' y te dejaba al minuto siguiente un aguijón en la espalda, se reía con la boca totalmente abierta y remataba con una queja amarga sobre un edificio de la ciudad, se quedaba en silencio unos segundos y luego afirmaba convencido, "ay creo que ya no quiero escribir güey, ya me repito".
"Ay Merino, es que tú no me tienes ni tantita paciencia", me decía cada vez que lo cuestionaba, yo veía a un amigo que se quedaría en mi vida por largos años y al que en realidad le toleraría casi todo. Él lo sabía.
Christian era una vorágine y con ese nombre permanece en mi teléfono.
Amaba escucharlo lleno de una idea, hablaba con total convicción sobre un proyecto, no había espacio para dudas, ahí estaba su pasión, yo amaba creerle y pensar 'este tipo es capaz de cualquier cosa que se proponga'.
Lo era, sólo se aburría de un mismo propósito a la vez.
No importaba, siempre quize hacer cosas con él. Escribió dos textos redondos para una edición especial que saldría en El Centro cuando Fidel Castro muriera (muy mal chiste). Los publicaré cuando Fidel muera a nombre de Vorágine.
También para el Centro me regaló dos textos inéditos, uno lo re-editó hace muy poco bajo el nombre de Ciudad Mutante, el otro, titulado "Eco en los muros" está apenas publicado en eldefe.com.
La última vez que lo vi fuera del hospital grabamos un piloto para la versión radio de eldefe.com, en el que defendió a capa y espada a algunos diseñadores del mundillo de la moda en la ciudad, enfundado en un chaleco militar fashion. Nunca se lo dije, pero me alegraba mucho que aún en los peores momentos de su enfermedad siguiera siendo esa criatura insolente y soberbia, ¡una pinche fortaleza! (jamás una fortaleza pinche).
Para la loncheria.com le pedí una columna de socialité, que teníamos pensada originalmente para El Centro, a él meterse en el personaje le generaba un brillo maligno en los ojos, "sí güey, a hüevo, perrear mucho, ¿va?"
Va Christian.
Va porque no puedo entender que no estés. Va porque quiero seguir hablando de cositas contigo. Va por estas banquetas que, como le dije alguna vez a Víctor, sin ti serían un poco absurdas. Va porque quiero cantar contigo canciones de Gloria Trevi o Laura Pausini otra vez, muchas veces. Va seguir con aquellas lecciones de cumbia que te empecé a dar en El Viena. Va porque me seguiré sentando a comer en el Café Trevi y el lugar es tuyo. Va porque iré a Mexcaltitán y será exactamente como lo planeamos.
Va Christian, todo va.
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