Quien dice 'solo' afirma su existencia y niega - artificialmente - la de los otros. Es una entelequia, afirma para sí misma, y aunque miente, es inofensiva. Autoreferida. Y no todo se queda en el espacio negativo que marca los límites de un cuerpo a partir de sus entornos, la piel será el encuentro de ambos (¿su función?): eso que veo y esto que soy. Una frontera: un diálogo. Y habrá quien ignore atajos en ese rompimiento y logre, aunque sea por un instante poner querer y aborrecer en sus dimensiones cómicas. Dejar de ver señales ahí donde hay voces claras. Dejar de ser oído para, en una de esas, escuchar. Y sí, no hay cuerpo que no se colectivice, porque francamente, ¿mis manos acaban en las uñas, o en el cuerpo del que me abraza, - Que, ¿acabará en sus uñas o en el cuerpo de quien lo abraza, (Que, ¿ababará en sus uñas o en mi cuerpo que lo abraza?)-? Ahí hay tres, y podrán haber otros tantos. Tantos como manos y uñas y cuerpos y abrazos y combinaciones de todos esos universos logren acumularse. Entonces lo dicho, que no existen los 'solos', aunque sea una afirmación inevitable que nombra universos y con ello se los apropia. Ahí sus ironías. Solesillos de invierno que alumbran y ponen de cobre a los no-solos y sus universos y los dejan fríos. Templados a ratos.
4.1.09
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario