El formato del debate sin duda dinámico y novedoso. Ciudadanos que espontáneamente enviaron sus preguntas videograbadas a la página de YouTube. Preguntas directas, vivenciales, todas pertinentes. Inevitable contraste con las respuestas por parte de los precandidatos, por momentos evasivas y hasta rígidas. El ejercicio terminó por ser más un diálogo diferido entre ciudadanos y políticos, que un debate entre posiciones de política pública.
Hillary Clinton entró y salió del debate como puntera en las intenciones de voto. De acuerdo con la empresa SurveyUSA 39% de quienes vieron el debate consideraron que Clinton ganó el debate, seguida muy de lejos por Barack Obama con 15%. Clinton confirmó sus atributos conocidos, una política firme y mesurada. Clinton no es la candidata de las ideas ni el carisma, es la candidata de las posibilidades. Nada fuera de lugar, respuestas prefabricadas, palabras exactas. Una campaña es un guión y Hillary lo actúa como pocos. Todo gesto, toda referencia, evidentemente ensayados con su equipazo de asesores, conocedores de un público que agradece esas certidumbres. 63 millones de dólares alcanzan para esto y más.
Barack Obama es el candidato de la sonrisa invitadora, la voz cálida, los gestos emotivos: ¡el carisma! 59 millones de dólares e ideas deslavadas. Obama se alimenta de las carencias de Hillary Clinton, sus contradicciones, su condición como la candidata sistémica. Obama no es un candidato propositivo, responde a las ideas de otros o se las apropia. Dos ejes centrales: votó en contra de la guerra en Irak (no como Clinton) y propone versión light de cobertura universal de servicios de salud (como Edwards). La batalla de Obama es por no ser: ni muy a la izquierda ni muy moderado, ni muy blanco para los afroamericanos ni muy afroamericano para los blancos. El carisma alcanza para eso y más.
John Edwards ha recaudado apenas 23 millones de dólares, y tiene apenas 12% de intención de voto entre los simpatizantes demócratas (asumiendo que Al Gore no se postularía, Clinton tiene 45% y Obama 30%), pero han sido sus propuestas de política pública las que han dado contenido a las precampañas y al debate del pasado lunes. Un programa de salud universal, un plan para reducir la pobreza, una estrategia para el retiro de tropas en Irak, y una reforma energética. Es también el candidato del discurso crudo, crítico abierto del gasto militar en Irak y del poder político de las empresas farmacéuticas y aseguradoras en Washington. Algo necesario en un país en el que el apoyo gubernamental a las corporaciones es mayor que el gasto en bienestar social, en el que el costo de un programa de salud universal sería menor al 50% de lo que se gasta cada año en Irak, y en el que las compañías farmacéuticas se han gastado en cabildeo casi el doble de lo que costaría inmunizar a todos los niños del mundo contra la difteria, tétanos, tuberculosis, sarampión y poliomielitis. Pregunta ineludible ¿Y las ideas? ¿Alcanzarán también?